miércoles, 26 de agosto de 2015

Despierta...

Despierta, despierta esa visión mágica de la vida, de la célula, de la estrella, de la planta, de la risa del niño, del perro que corre, del satélite, del abismo, del camino en mitad de la meseta. Todo es enormemente misterioso

Y que no te engañan. Que no te engañen, que no limiten tu mirada, que no intenten ponerte mordaza. No te escondas. El camino es hermoso, el camino te lleva a la aventura de la vida.


No te rindas jamás. Levántate y ponte de nuevo a caminar, con la mirada alta y clara, hasta el infinito.

lunes, 24 de agosto de 2015

Estoy leyendo el libro de Natascha Kampusch, ya sabéis, la chica secuestrada durante 8 años. Me está resultando francamente interesante, no tanto por lo que cuenta sino por lo que hay debajo de lo que cuenta.
Toda memoria es una interpretación de los hechos ocurridos. En ese sentido, recordar se mueve a dos niveles: lo que sucedió y qué significado damos a lo sucedido. En lo primero se puede ser cierto o falso pero en el terreno de las interpretaciones lindamos incluso en la fabulación si hay una intención detrás.
Todo el libro es una interpretación constante y psicológica de lo sucedido, un modo de defenderse y justificar el llamado "síndrome de Estocolmo" del que se ha acusado repetidamente a Kampusch. Eso le obliga a profundizar en dicho síndrome mostrando, a su juicio, por qué era inevitable. Como dice, el síndrome de Estocolmo es una forma de supervivencia, mucho más en una niña como lo fue ella.
El libro se ha escrito al amparo de psicólogos y de dos periodistas que no deben ser ajenos a la psicología. Los razonamientos son refinados y sistemáticamente exculpatorios. Cuando no puede evitar la actitud de comprensión hacia el secuestrador, se ampara en la estrategia de supervivencia, como si ella siempre hubiera estado desdoblada como afirma entre la que colaboró con el secuestrador y la que procuraba conservar su personalidad e independencia.
En fin, todos tenemos derecho a fabular y reinventarnos la vida pero unos más que otros. Una niña secuestrada siempre será la víctima, el secuestrador el culpable, medie o no síndrome alguno. Hay periodistas y jueces que olvidaron eso llegando a denigrarla y acusarla de complicidad.


¿A quién teme Natascha Kampusch?

Resucitan las sospechas de que el raptor no actuó solo, y las dudas sobre su suicidio

El parlamento de Viena se dispone a reclamar que se reabra el caso

Se desatan toda clase de hipótesis sobre el largo cautiverio de la niña austriaca

Kampusch, antes de recibir un galardón por su libro, 3.096 días, en Viena, en junio de 2011. / H. P. BADER (REUTERS)
Las sospechas de que el raptor, Wolfgang Priklopil, no actuó solo, y las dudas sobre su suicidio, han resucitado de nuevo el caso de la niña austriaca que permaneció ocho años en manos de un psicópata. El Parlamento de Viena se dispone a reclamar que se reabra, mientras se desatan toda clase de hipótesis sobre las interioridades del largo cautiverio.
A finales de 2010, cuando Natascha Kampusch ponía punto final a su libro3096 días, relato de sus ocho años largos de cautiverio en manos de un perturbado, su caso acababa de cerrarse. Cuatro investigaciones de distintas jurisdicciones, incluida la federal, habían dado por buena de principio a fin la versión de la víctima: Natascha Kampusch había sido secuestrada por Wolfgang Priklopil, un antiguo empleado de la multinacional Siemens, cuando se dirigía a la escuela la mañana del 2 de marzo de 1998. La niña tenía entonces 10 años y su raptor 36. Los dos pasarían juntos los siguientes ocho años en una vivienda unifamiliar, en Strasshof, periferia de Viena. Él, arriba; ella, encerrada en un zulo, bajo el garaje, durante buena parte del cautiverio. Con el tiempo, el secuestrador había ido relajando la vigilancia y el 23 de agosto de 2006 Natascha había reunido el valor suficiente como para fugarse y recuperar la libertad.
Un relato impactante que sobrecogió a la opinión pública mundial y dejó en estado de shock a los ocho millones de austriacos. Natascha, pese a su largo e impresionante calvario, resultaba ser una persona instruida, que se expresaba con enorme corrección, y, para sorpresa general, no disimulaba cierto afecto hacia el monstruo que le había robado su infancia y su adolescencia. Al contrario que otras víctimas de pederastas o perturbados, ella había sobrevivido y era capaz de articular un excelente relato de su vida en el zulo de Priklopil. Su libro, traducido a decenas de idiomas (publicado en España por Ediciones Aguilar), ha sido un superventas en casi todos los países, y la nueva Natascha, cabello largo, rostro sano de campesina austriaca, se ha convertido a los 24 años en una escritora premiada, y rica.
Pero ni las sucesivas investigaciones ni el libro han puesto punto final al caso Kampusch. Muy al contrario. El suceso que mantuvo en jaque a la policía austriaca, que se mostró sorprendentemente errática y poco hábil en la búsqueda de la pequeña, vuelve a resucitar repleto de incógnitas, que no han hecho más que aumentar con el tiempo. Y a las investigaciones que se han cerrado sin ningún avance en el esclarecimiento de las incógnitas del caso le sucederá ahora otra más.
Cuando se cumplen 14 años del cautiverio de Natasha Kampusch el parlamento austriaco quiere reabrir el caso
Cuando se cumplen 14 años del secuestro de Natascha Kampusch, una comisión del Parlamento austriaco se dispone a solicitar la reapertura del caso, y el propio Gobierno ha reclamado ya la ayuda del FBI y de la Oficina Federal de la Policía Criminal alemana. La ministra del Interior, Johanna Mikl-leitner, ha puesto un límite, con todo, a la intervención extranjera: no podrán interrogar a los testigos, solo realizar nuevas pruebas de ADN, para dejar constancia de que el Gobierno austriaco no oculta nada ni tiene extraños intereses en el caso.
La decisión, recibida con poco entusiasmo por la propia Kampusch, ha reavivado en Austria una agria batalla que afecta a la clase política, a los medios de comunicación y a la opinión pública, entre los que dudan desde el principio de la versión de Kampusch y los que consideran que el caso ha sido tergiversado por las teorías conspirativas. ¿Acaso no hay siempre pequeñas lagunas, preguntas sin respuesta detrás de todos los casos mediáticos?
Lo cierto es que la comisión, presidida por el diputado conservador Werner Amon, e integrada por miembros de los cinco partidos con representación parlamentaria, parece claramente inclinada del lado de los que dudan. Su principal promotor es un viejo conocido de la opinión pública austriaca, el magistrado Johann Rzezut. Rzezut, de 71 años, expresidente del Tribunal Supremo, lleva años insistiendo en la tesis de que el secuestro de Kampusch no fue, no pudo ser, obra de una única persona. Lo defendió por primera vez hace cuatro años, como miembro de la comisión encargada de evaluar los errores cometidos por la policía austriaca tras la reaparición de Natascha, el 23 de agosto de 2006. A la cabeza de aquella comisión figuraba Ludwig Adamovich, expresidente del Tribunal Constitucional, quien defendió en 2009, en declaraciones a este periódico, la misma tesis. Pero la posterior investigación de la fiscalía de Graz no le dio la razón. El informe final sostenía que hubo un solo secuestrador, que se arrojó a las vías del tren cuando Natascha logró fugarse. Punto final.
Rzezut, sin embargo, no se quedó tranquilo. Un día se sentó ante su escritorio y redactó un informe de 25 folios donde se recogían todas las alegaciones posibles al caso cerrado en falso, a su juicio. Todos los testimonios descartados sin motivo, las pruebas perdidas, los errores, los indicios no comprobados. Y dirigió el informe al Parlamento Federal, donde se creó una nueva comisión encargada de revisar toda la documentación del caso. El primer informe excluyó que la Fiscalía hubiera cometido errores de bulto. Pero Rzezut volvió a la carga hasta lograr que se reexaminara de nuevo el caso Kampusch.
Horrorizada por la situación, Kampusch concedió una entrevista a la televisión para desmentir los rumores
¿Por qué lo hizo? ¿Por qué tomarse todas esas molestias con un asunto envenenado que divide al país?
“Soy juez, y he sido educado en el principio de que la verdad debe prevalecer. De que hay que buscar la verdad”, responde Rzezut en conversación telefónica desde Viena. Pero además de esas razones morales hay otra, más personal, que le ha llevado a convertirse en el pepito grillo de policías y fiscales. La muerte de un estrecho colaborador, el inspector Franz Kröll, que dirigió la última investigación policial, y las anotaciones que dejó sobre el caso, han sido un resorte clave en la movilización del magistrado. Kröll se pegó un tiro en su domicilio en junio de 2010, dando pábulo a toda clase de teorías conspiratorias. “Yo creo que se suicidó realmente. Pero tomó esa decisión bajo la terrible presión que sufría. Le obligaban a cerrar el caso a toda costa”, explica el juez Rzezut. Las notas de Kröll no dejan duda sobre su convicción de que el secuestrador Wolfgang Priklopil tuvo, al menos, un cómplice. “Su suicidio y los papeles que dejó me decidieron a alzar la voz, y pedir con mi informe la intervención del Parlamento. Quería que la ministra de Justicia, como última garante de la administración de justicia en este país, asumiera la cuestión”.
En su libro Kampusch ajusta cuentas con quienes no comprenden que sienta cierto afecto por su captor
Lo que Rzezut considera inadmisible es que se haya pasado por alto el testimonio de R. I. A., entonces una niña de 12 años, que vio con sus propios ojos cómo Natascha era secuestrada la mañana del 2 de marzo de hace 14 años, y que se ha mantenido firme desde entonces en señalar que vio a dos hombres en la escena. Uno se encargó de coger a la víctima, el otro le esperaba al volante de una furgoneta blanca que arrancó de inmediato, nada más embarcar a su presa. Una versión que choca de frente con la de Kampusch, que jura y perjura que su tragedia tuvo un único actor: Wolfgang Priklopil.
“Creo que el testimonio de esta joven, que nunca se ha desdicho, es creíble. Kampusch puede tener razones para no decir la verdad. Por temor a ese cómplice que sigue en libertad, o por las razones que sea”, añade Rzezut. Otro hecho que es objeto de discusión es el suicidio de Wolfgang Priklopil a las pocas horas de la fuga de Natascha. “Dejó una nota de despedida para su madre, que francamente no es creíble porque solo aparece la palabra mami. Un hombre que se suicida y se quiere despedir de su madre añade algunas palabras más, por pura lógica”, señala el magistrado.
Werner Amon, el diputado conservador que preside la comisión parlamentaria, alimenta las mismas dudas tras examinar a fondo todas las pruebas disponibles, los informes y las declaraciones de todos los testigos. Hace unas semanas, Amon declaró al semanario alemán Der Spiegel que la tesis del secuestrador solitario le parece poco verosímil. Y en cuanto al suicidio de Priklopil, además de extrañarle la nota que dejó, lamenta que no se le hiciera al cadáver una autopsia en profundidad antes de incinerarlo. Sus declaraciones coincidieron con rumores en distintos medios sobre supuestas fotografías tomadas al cadáver, que no presentaría las heridas propias de alguien que ha sido arrollado por un tren.
Todas las sospechas se dirigen ahora hacia Ernst Holzapfel, amigo íntimo de Priklopil, y el que le vio por última vez, en el aparcamiento de un centro comercial de Viena, la tarde del 23 de agosto de 2006, poco antes de que optara, supuestamente, por suicidarse. Holzapfel conocía a Natascha Kampusch de los años de encierro, y sorprendentemente fue una de las pocas personas que la joven quiso visitar poco después de abandonar su cautiverio y regresar a la vida normal. ¿Qué sabía exactamente Holzapfel sobre la presencia de Natascha en la casa de Priklopil? ¿Cuál fue su papel en este sórdido suceso?
Mientras otras víctimas prefieren quedar en el anonimato, ella ha optado por convertirse en celebridad
“La hipótesis más fiable es que se dedicaran a la pornografía infantil. Priklopil tenía contactos raros en su teléfono, y al menos uno de ellos era el de una persona investigada por pedofilia”, dice Rzezut.
El magistrado no teme ser señalado como un defensor de teorías conspiratorias. Considera que su tesis tiene base y fundamento y merece ser analizada hasta el final. También lo cree así el diputado Amon, que ultima el informe que le será entregado en breve a la ministra de Justicia, Beatrix Karl, y en el que, a tenor de sus propias declaraciones, se reclamará la reapertura del caso.
De repente, el secuestro de Natascha Kampusch vuelve a ser rabiosa actualidad, lo que ha desatado una nueva oleada de rumores. Para el diario suizo en Internet 20 Minutos, la nota de despedida de Priklopil la habría escrito, en realidad, su amigo Holzapfel, según un no identificado examen grafológico. Otros apuntan a que Kampusch tuvo un hijo con Holzapfel en los años de su cautiverio, basándose en el hallazgo de un mechón de pelo rubio y un libro sobre cuidados infantiles en la casa de Strasshof, donde estuvo encerrada. Un inspector de la policía de Viena fue suspendido hace poco por haber intentado realizar por cuenta propia una prueba de ADN a una niña de la familia de Holzapfel.
Horrorizada por la situación, Kampusch concedió una entrevista hace tres semanas a la televisión estatal austriaca para desmentir todos estos rumores, que considera enloquecidos. Son noticias que la hieren y la perturban, en un momento especial para ella, cuando está a punto de concluir el rodaje de una película basada en su relato del cautiverio en la mazmorra de Priklopil.
Aunque ya está acostumbrada a las críticas. Hace tiempo que Kampusch perdió el favor de una parte de la opinión pública austriaca. Ella lo sabe, y en su libro 3096 días ajusta cuentas con quienes no comprenden que una víctima puede sentir alguna clase de afecto hacia su verdugo, o catalogan de mero síndrome de Estocolmo estos sentimientos. Lo cierto es que la naturaleza de las relaciones de Kampusch y Priklopil es uno de los grandes misterios de esta historia, que la víctima se niega a revelar. “Tengo derecho a mantener ocultos ciertos aspectos de mi intimidad”, ha declarado más de una vez. Pero las preguntas siguen en el aire. ¿Quién era Priklopil, el monstruo que la golpeaba, que la mataba de hambre, y la mantenía encerrada, o el hombre que la llevaba de compras, y festejaba con ella cumpleaños y fiestas? El que la llevó a esquiar y le permitió alguna vez nadar en la piscina de los vecinos, y el que la maltrataba sin compasión. “Los dos”, ha respondido ella en su libro. Una persona clave en su vida. Por eso, al recuperar la libertad, compró la casa donde vivió secuestrada, y el BMW rojo de su verdugo, y lloró por él.
Pero mientras otras víctimas buscan la paz del anonimato, Kampusch se ha convertido en una celebridad que cobra por las entrevistas, y ha visto aumentar sin pausa su cuenta bancaria. “Bueno, ella es una víctima, de eso no hay duda. Otra cosa es que su libro contenga muchas contradicciones y no todo lo que se dice en él sea cierto. Pero no tenemos derecho a responsabilizarla”, alega Rzezut. Y en cuanto a su vida, “creo que el interés por el dinero está más bien en la gente que la rodea; psicólogos, abogados, asistentes, familia”.

domingo, 16 de agosto de 2015

Canto del arpista

Se suele decir que este “Canto del arpista” (o canto del faraón Intef) corresponde a un poema grabado en la tumba de un faraón llamado Intef o Antef, del Imperio Medio (1991-1960 A.C.) No queda bien claro de qué faraón se trata. Hubo hasta siete faraones con este nombre entre los años 2140 al 1500 A.C. Cuatro de la onceava dinastía, uno de la treceava y tres de la diecisieteava. Por lo que parece, este poema se encontró en una pared de la tumba de Infet VII. De la diecisieteava dinastía, que reinó el año 1560 A.C., ya no en el Imperio Mediano sino en el Segundo Periodo Intermedio. Después este poema se reprodujo en papiros encontrados en otros enterramientos, donde también se recogió el famoso “papiro Harris 500”, del Imperio Nuevo, que se conserva en el Bristish Museum.


Generaciones y más generaciones desaparecen y se van,
otras se quedan, y esto dura desde los tiempos de los Antepasados,
de los dioses que existieron antes
y reposan en sus pirámides.
Nobles y gentes ilustres
están enterrados en sus tumbas.
Construyeron casas cuyo lugar ya no existe.
¿Qué ha sido de ellos?
He oído sentencias
de Imhotep y Hordyedef,
que se citan como proverbios
y que duran más que todo.
¿Dónde están sus moradas?
Sus muros han caído;
sus lugares ya no existen,
como si nunca hubieran sido.
Nadie viene de allá para decir lo que es de ellos,
para decir qué necesitan,
para sosegar nuestro corazón hasta que abordemos
al lugar donde se fueron.
Por eso, tranquiliza tu corazón.
¡Que te sea útil el olvido!
Sigue a tu corazón
mientras vives.
Ponte olíbano en la cabeza.
Vístete de lino fino.
Úngete con la verdadera maravilla
del sacrificio divino.
Acrecienta tu bienestar,
para que su corazón no se desmaye.
Sigue a tu corazón y haz lo que sea bueno para ti.
Despacha tus asuntos en este mundo.
No canses a tu corazón,
hasta el día en que se eleve el lamento funerario por ti.
Aquel que tiene el corazón cansado no oye su llamada.
Su llamada no ha salvado a nadie de la tumba.
Hazte por tanto el día dichoso,
y no te canses nunca de esto.
¿Ves?, nadie se ha llevado sus bienes consigo.
¿Ves?, ninguno de los que se fueron ha vuelto.


El hombre que amaba a sus perros, y no a sus hijas

Las personas somos realmente muy complejas. Podemos llegar a encerrar afectos por completo contradictorios. Este hombre que ha estremecido los sentimientos de toda España matando de una forma cruel como pocas a sus dos hijos en Moraña, era capaz de un gran afecto hacia los perros. ¿Cómo entender lo que pasó por la mente de este hombre con ánimo de venganza hacia su mujer? Por mí que le encierren de por vida pero me queda la duda de preguntarme cómo es posible que una misma persona sienta de formas tan distintas.


INFANTICIDIO


Nadie en Moraña se explica que David, dueño de una mansión, castigara a la ex esposa asesinando a sus hijas cuando él tenía una relación con otro hombre

El hombre que amaba a sus perros, y no a sus hijas

  • Apasionado de los perros, soñaba con ser juez canino y llegó a ganar el campeonato de España con Horatio, el bulldog que su hija mayor pintó para él

El parricida que amaba a sus perros

     
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La casa es un fiel reflejo de esa personalidad minuciosa y refinada que le adjudican a David Oubel: una perfecta armonía entre la piedra rústica y la decoración vanguardista. La vivienda, que el parricida restauró hace un lustro, retrata a un inquilino de alto poder adquisitivo: 420 metros, tres habitaciones, dos baños, chimenea, calefacción por suelo radiante y vistas a las montaña entre otras virguerías. Fuera hay un agradable jardín de 600 metros, garaje y "piscina para niños", según el mismo destacó en el anuncio por palabras que publicó ofreciéndola en venta por medio millón de euros el 14 de julio. Dos semanas después (viernes, 31 de julio) asesinaría (presuntamente) a las niñas para las que hizo construir esa piscina, sus propias hijas: Candela (9 años) y Amaia (4).
Probablemente es el objeto decorativo de menor valor económico de esta estupenda casa de Moraña (Pontevedra) pero con mucho peso sentimental. Se trata de un pequeño lienzo al óleo, ubicado cerca de la entrada y visible desde la isleta de la cocina, que retrata a Horatio, uno de los bulldogs de David Oubel y el perro por el que más pecho sacaba este apasionado del mundo canino y asesino (presunto) de sus dos hijas.
El cuadro de Horatio -reproducido junto a estas líneas-, el bulldog que se coronó Campeón de España de Morfología (belleza) en su categoría en 2011, lleva la firma de Candela, la hija mayor, muy aficionada a la pintura y cuyo cadáver, degollado por la hoja de una radial, se halló tumbado bajo una puerta, lo que hace pensar a los investigadores que la niña fue atacada cuando trataba de emprender la huida tras ver morir a su hermana en la cama.
Algún vecino ha referido que pese a la estruendosa música que Oubel habría puesto para amortiguar el sonido del crimen se escucharon sus palabras de súplica: "¡Papa, non a mates, non a mates!". Candela -una niña muy risueña que soñaba con ser guionista- y la más pequeña, Amaia, compartían con su padre y verdugo el amor por los perros y era habitual verlas con él en las competiciones caninas en las que participaba. Nadie nunca presenció ni un mal gesto hacia ellas que pudiera ser indicio del cruel desenlace. Al contrario.
Es difícil encajar la historia de David Oubel, 40 años cumplidos en abril, en el patrón de sus predecesores, de los otros hombres que antes que él han asesinado a sus hijos (46 menores muertos en la última década en el contexto de la violencia de género). El retrato robot los define como sujetos a los que la pareja abandona o va a abandonar por su corte violento y que, incapaces de asumir la ruptura y obsesionados con la ex, esponden asestándoles donde más le puede doler a ella: matándole a sus hijos. A este esquema se ajusta el perfil de su sucesor en la lista de monstruos: Ricardo F., de 61 años, quien, antes de suicidarse este 4 de agosto en Castelldefels (Barcelona), asesinó a su mujer Maryna, de 45 años -hasta tres veces llamó Maryna a la policía pidiendo auxilio para luego retractarse- y a sus dos hijos: una niña de 7 y un chico de 12.
Pero a David Oubel no se le presuponía fijación con la esposa ni intención alguna de volver con ella. ¿Cómo iba a albergar sentimiento o rencor hacía Rocío Viéitez si él ahora hacía vida con un hombre?, se preguntan en el municipio de 4.500 habitantes, aún aturdidos por la envergadura del suceso.
La existencia del inquilino del envidiado chalé de la calle N12 dio un giro de 180 grados hace un par de años. A todos sorprendió la repentina ruptura de una pareja que parecía bien avenida. Se sabe que la irrupción de un desconocido en la vida sentimental de David Oubel fue el detonante pero los detalles precisos son menos públicos. En una esquina se cuenta que fue Rocío, 37 años y traductora por cuenta propia, la que descubrió la relación y dio el portazo. Y dos calles más allá se dice que fue él quien puso sobre la mesa su nueva inclinación sexual y sus amoríos con el desconocido. El caso es que el idílico retrato familiar se hizo trizas y ella se trasladó con sus dos hijas a un piso de alquiler en el casco urbano de Moraña.
En la que había sido la vivienda familiar, la que hoy se oferta por medio millón, comenzó a hacerse visible la presencia del desconocido. Nos referimos a él así, como "el desconocido", porque a fecha de hoy nadie ha logrado identificar al misterioso novio de David Oubel. Sólo se han podido recabar unos cuantos datos de él: dentista, más o menos de la misma edad que el parricida y con residencia en Vigo, sin que estos apuntes tengan absoluta fiabilidad.
"Siempre que coincidía con David, antes de que saliera del armario, pensaba: "Este hombre es gay y no lo sabe"". Lo dice un habitual del circuito canino, donde no sorprendió que el dueño del famoso bulldog Horatio comenzara a acudir a las competiciones acompañado del desconocido -en alguna ocasión junto a sus hijas también, los cuatro-y con un vestuario mucho más llamativo y meticulosamente combinado.
Interior de la casa de David, en donde se puede observar el retrato de su perro Horatio.
Oubel cambió la paleta de colores de su armario y se distanció de su entorno hasta el punto de enemistarse con muchos. "Todos me hacen daño, todos están en contra de mí", le lloró hace unos meses, victimista, a una vecina. A sus amigos de la pandilla en la que también estaba Rocío Viéitez dejó de verlos. Y en el barrio se convirtió en un vecino de lo más impopular y molestoso. Las quejas no eran tanto por el ir y venir de los invitados a sus interminables fiestas sino más bien por el volumen al que ponía la música y que no bajaba aunque fuera bien entrada la madrugada. Un día un vecino le arrancó un fusible y el asunto acabó con enfrentamiento y denuncia ante la Guardia Civil. Quitando su sonada detención de ahora, el otro episodio que protagonizó y en el que tuvo que intervenir la Benemérita se produjo hace aproximadamente un año, cuando fue acusado de agredir a la doctora que se negó a darle una baja médica. La facultativa presentó denuncia pero no acudió al juicio por faltas.
En este rumbo que había emprendido David Oubel hay otro importante viraje en las últimas semanas. Puso en venta la casa y, lo más sorprendente, se desprendió también de sus perros. El parricida de Moraña se había iniciado en el mundo de las competiciones caninas hace unos ocho años, al regalarle un amigo al recién nacido Horatio y resultar el perro un figura. Tuvo otros bulldogs -Indira y Napoleón-, se pasó más tarde a la raza boston terrier -Grace Kelly Glamour y Harpagon Duke Diamond entre otros- y últimamente paseaba por los rings a affenpinschers y welsh corgis. Varios de sus perros subieron al podio pero ninguno al cajón más alto como Horatio.
Se ha publicado erróneamente que David Oubel era juez de competiciones caninas. Sí se le solía reclamar como comisario de ring por su conocimiento del inglés, pero nunca logró el estatus de juez, una de sus grandes frustraciones. Paradójicamente acreditó "buena conducta cívica y societaria", como se exige, pero no cumplía el requisito de tener "suficiente experiencia como criador". Ya sin perros, prescindió también de su handler -un especialista en mostrar a los ejemplares en la competiciones a las que no podía asistir-, al que pagaba 600 euros al mes.
Un importante desembolso al que hay que unir el mantenimiento de los perros, la pensión de las niñas, los gastos de la casa, las fiestas... La agencia inmobiliaria que tenía con su hermana en la vecina Caldas -en su fachada han pintado la palabra "asesino"- iba viento en popa.
Todos estos últimos movimientos -adiós a la casa y a los perros- hacían pensar que Oubel se disponía a emprender el vuelo fuera de Moraña, quizás con el desconocido. Hasta que el jueves, el día antes de los asesinatos, entró en una ferretería de confianza y pidió una radial. Bromeó con el dependiente sobre si valía para cortar dedos y si hacían una demostración con su mano. El viernes por la mañana, un día antes de que tuviera que devolver a las niñas tras 15 días bajo su cuidado, la enchufó y le dio al interruptor. El domingo, Candela, la autora de la mejor pintura de Horatio, habría hecho la Primera Comunión.