Las sospechas de que el raptor, Wolfgang Priklopil, no actuó solo, y las dudas sobre su suicidio, han resucitado de nuevo el caso de la niña austriaca que permaneció ocho años en manos de un psicópata. El Parlamento de Viena se dispone a reclamar que se reabra, mientras se desatan toda clase de hipótesis sobre las interioridades del largo cautiverio.
A finales de 2010, cuando
Natascha Kampusch ponía punto final a su libro
3096 días, relato de sus ocho años largos de cautiverio en manos de un perturbado, su caso acababa de cerrarse. Cuatro investigaciones de distintas jurisdicciones, incluida la federal, habían dado por buena de principio a fin la versión de la víctima: Natascha Kampusch había sido secuestrada por Wolfgang Priklopil, un antiguo empleado de la multinacional Siemens, cuando se dirigía a la escuela la mañana del 2 de marzo de 1998. La niña tenía entonces 10 años y su raptor 36. Los dos pasarían juntos los siguientes ocho años en una vivienda unifamiliar, en Strasshof, periferia de Viena. Él, arriba; ella, encerrada en un zulo, bajo el garaje, durante buena parte del cautiverio. Con el tiempo, el secuestrador había ido relajando la vigilancia y el 23 de agosto de 2006 Natascha había reunido el valor suficiente como para fugarse y recuperar la libertad.
Un relato impactante que sobrecogió a la opinión pública mundial y dejó en estado de shock a los ocho millones de austriacos. Natascha, pese a su largo e impresionante calvario, resultaba ser una persona instruida, que se expresaba con enorme corrección, y, para sorpresa general, no disimulaba cierto afecto hacia el monstruo que le había robado su infancia y su adolescencia. Al contrario que otras víctimas de pederastas o perturbados, ella había sobrevivido y era capaz de articular un excelente relato de su vida en el zulo de Priklopil. Su libro, traducido a decenas de idiomas (publicado en España por Ediciones Aguilar), ha sido un superventas en casi todos los países, y la nueva Natascha, cabello largo, rostro sano de campesina austriaca, se ha convertido a los 24 años en una escritora premiada, y rica.
Pero ni las sucesivas investigaciones ni el libro han puesto punto final al caso Kampusch. Muy al contrario. El suceso que mantuvo en jaque a la policía austriaca, que se mostró sorprendentemente errática y poco hábil en la búsqueda de la pequeña, vuelve a resucitar repleto de incógnitas, que no han hecho más que aumentar con el tiempo. Y a las investigaciones que se han cerrado sin ningún avance en el esclarecimiento de las incógnitas del caso le sucederá ahora otra más.
Cuando se cumplen 14 años del cautiverio de Natasha Kampusch el parlamento austriaco quiere reabrir el caso
Cuando se cumplen 14 años del secuestro de Natascha Kampusch, una comisión del Parlamento austriaco se dispone a solicitar la reapertura del caso, y el propio Gobierno ha reclamado ya la ayuda del FBI y de la Oficina Federal de la Policía Criminal alemana. La ministra del Interior, Johanna Mikl-leitner, ha puesto un límite, con todo, a la intervención extranjera: no podrán interrogar a los testigos, solo realizar nuevas pruebas de ADN, para dejar constancia de que el Gobierno austriaco no oculta nada ni tiene extraños intereses en el caso.
La decisión, recibida con poco entusiasmo por la propia Kampusch, ha reavivado en Austria una agria batalla que afecta a la clase política, a los medios de comunicación y a la opinión pública, entre los que dudan desde el principio de la versión de Kampusch y los que consideran que el caso ha sido tergiversado por las teorías conspirativas. ¿Acaso no hay siempre pequeñas lagunas, preguntas sin respuesta detrás de todos los casos mediáticos?
Lo cierto es que la comisión, presidida por el diputado conservador Werner Amon, e integrada por miembros de los cinco partidos con representación parlamentaria, parece claramente inclinada del lado de los que dudan. Su principal promotor es un viejo conocido de la opinión pública austriaca, el magistrado Johann Rzezut. Rzezut, de 71 años, expresidente del Tribunal Supremo, lleva años insistiendo en la tesis de que el secuestro de Kampusch no fue, no pudo ser, obra de una única persona. Lo defendió por primera vez hace cuatro años, como miembro de la comisión encargada de evaluar los errores cometidos por la policía austriaca tras la reaparición de Natascha, el 23 de agosto de 2006. A la cabeza de aquella comisión figuraba Ludwig Adamovich, expresidente del Tribunal Constitucional, quien defendió en 2009, en declaraciones a este periódico, la misma tesis. Pero la posterior investigación de la fiscalía de Graz no le dio la razón. El informe final sostenía que hubo un solo secuestrador, que se arrojó a las vías del tren cuando Natascha logró fugarse. Punto final.
Rzezut, sin embargo, no se quedó tranquilo. Un día se sentó ante su escritorio y redactó un informe de 25 folios donde se recogían todas las alegaciones posibles al caso cerrado en falso, a su juicio. Todos los testimonios descartados sin motivo, las pruebas perdidas, los errores, los indicios no comprobados. Y dirigió el informe al Parlamento Federal, donde se creó una nueva comisión encargada de revisar toda la documentación del caso. El primer informe excluyó que la Fiscalía hubiera cometido errores de bulto. Pero Rzezut volvió a la carga hasta lograr que se reexaminara de nuevo el caso Kampusch.
Horrorizada por la situación, Kampusch concedió una entrevista a la televisión para desmentir los rumores
¿Por qué lo hizo? ¿Por qué tomarse todas esas molestias con un asunto envenenado que divide al país?
“Soy juez, y he sido educado en el principio de que la verdad debe prevalecer. De que hay que buscar la verdad”, responde Rzezut en conversación telefónica desde Viena. Pero además de esas razones morales hay otra, más personal, que le ha llevado a convertirse en el pepito grillo de policías y fiscales. La muerte de un estrecho colaborador, el inspector Franz Kröll, que dirigió la última investigación policial, y las anotaciones que dejó sobre el caso, han sido un resorte clave en la movilización del magistrado. Kröll se pegó un tiro en su domicilio en junio de 2010, dando pábulo a toda clase de teorías conspiratorias. “Yo creo que se suicidó realmente. Pero tomó esa decisión bajo la terrible presión que sufría. Le obligaban a cerrar el caso a toda costa”, explica el juez Rzezut. Las notas de Kröll no dejan duda sobre su convicción de que el secuestrador Wolfgang Priklopil tuvo, al menos, un cómplice. “Su suicidio y los papeles que dejó me decidieron a alzar la voz, y pedir con mi informe la intervención del Parlamento. Quería que la ministra de Justicia, como última garante de la administración de justicia en este país, asumiera la cuestión”.
En su libro Kampusch ajusta cuentas con quienes no comprenden que sienta cierto afecto por su captor
Lo que Rzezut considera inadmisible es que se haya pasado por alto el testimonio de R. I. A., entonces una niña de 12 años, que vio con sus propios ojos cómo Natascha era secuestrada la mañana del 2 de marzo de hace 14 años, y que se ha mantenido firme desde entonces en señalar que vio a dos hombres en la escena. Uno se encargó de coger a la víctima, el otro le esperaba al volante de una furgoneta blanca que arrancó de inmediato, nada más embarcar a su presa. Una versión que choca de frente con la de Kampusch, que jura y perjura que su tragedia tuvo un único actor: Wolfgang Priklopil.
“Creo que el testimonio de esta joven, que nunca se ha desdicho, es creíble. Kampusch puede tener razones para no decir la verdad. Por temor a ese cómplice que sigue en libertad, o por las razones que sea”, añade Rzezut. Otro hecho que es objeto de discusión es el suicidio de Wolfgang Priklopil a las pocas horas de la fuga de Natascha. “Dejó una nota de despedida para su madre, que francamente no es creíble porque solo aparece la palabra mami. Un hombre que se suicida y se quiere despedir de su madre añade algunas palabras más, por pura lógica”, señala el magistrado.
Werner Amon, el diputado conservador que preside la comisión parlamentaria, alimenta las mismas dudas tras examinar a fondo todas las pruebas disponibles, los informes y las declaraciones de todos los testigos. Hace unas semanas, Amon declaró al semanario alemán Der Spiegel que la tesis del secuestrador solitario le parece poco verosímil. Y en cuanto al suicidio de Priklopil, además de extrañarle la nota que dejó, lamenta que no se le hiciera al cadáver una autopsia en profundidad antes de incinerarlo. Sus declaraciones coincidieron con rumores en distintos medios sobre supuestas fotografías tomadas al cadáver, que no presentaría las heridas propias de alguien que ha sido arrollado por un tren.
Todas las sospechas se dirigen ahora hacia Ernst Holzapfel, amigo íntimo de Priklopil, y el que le vio por última vez, en el aparcamiento de un centro comercial de Viena, la tarde del 23 de agosto de 2006, poco antes de que optara, supuestamente, por suicidarse. Holzapfel conocía a Natascha Kampusch de los años de encierro, y sorprendentemente fue una de las pocas personas que la joven quiso visitar poco después de abandonar su cautiverio y regresar a la vida normal. ¿Qué sabía exactamente Holzapfel sobre la presencia de Natascha en la casa de Priklopil? ¿Cuál fue su papel en este sórdido suceso?
Mientras otras víctimas prefieren quedar en el anonimato, ella ha optado por convertirse en celebridad
“La hipótesis más fiable es que se dedicaran a la pornografía infantil. Priklopil tenía contactos raros en su teléfono, y al menos uno de ellos era el de una persona investigada por pedofilia”, dice Rzezut.
El magistrado no teme ser señalado como un defensor de teorías conspiratorias. Considera que su tesis tiene base y fundamento y merece ser analizada hasta el final. También lo cree así el diputado Amon, que ultima el informe que le será entregado en breve a la ministra de Justicia, Beatrix Karl, y en el que, a tenor de sus propias declaraciones, se reclamará la reapertura del caso.
De repente, el secuestro de Natascha Kampusch vuelve a ser rabiosa actualidad, lo que ha desatado una nueva oleada de rumores. Para el diario suizo en Internet 20 Minutos, la nota de despedida de Priklopil la habría escrito, en realidad, su amigo Holzapfel, según un no identificado examen grafológico. Otros apuntan a que Kampusch tuvo un hijo con Holzapfel en los años de su cautiverio, basándose en el hallazgo de un mechón de pelo rubio y un libro sobre cuidados infantiles en la casa de Strasshof, donde estuvo encerrada. Un inspector de la policía de Viena fue suspendido hace poco por haber intentado realizar por cuenta propia una prueba de ADN a una niña de la familia de Holzapfel.
Horrorizada por la situación, Kampusch concedió una entrevista hace tres semanas a la televisión estatal austriaca para desmentir todos estos rumores, que considera enloquecidos. Son noticias que la hieren y la perturban, en un momento especial para ella, cuando está a punto de concluir el rodaje de una película basada en su relato del cautiverio en la mazmorra de Priklopil.
Aunque ya está acostumbrada a las críticas. Hace tiempo que Kampusch perdió el favor de una parte de la opinión pública austriaca. Ella lo sabe, y en su libro 3096 días ajusta cuentas con quienes no comprenden que una víctima puede sentir alguna clase de afecto hacia su verdugo, o catalogan de mero síndrome de Estocolmo estos sentimientos. Lo cierto es que la naturaleza de las relaciones de Kampusch y Priklopil es uno de los grandes misterios de esta historia, que la víctima se niega a revelar. “Tengo derecho a mantener ocultos ciertos aspectos de mi intimidad”, ha declarado más de una vez. Pero las preguntas siguen en el aire. ¿Quién era Priklopil, el monstruo que la golpeaba, que la mataba de hambre, y la mantenía encerrada, o el hombre que la llevaba de compras, y festejaba con ella cumpleaños y fiestas? El que la llevó a esquiar y le permitió alguna vez nadar en la piscina de los vecinos, y el que la maltrataba sin compasión. “Los dos”, ha respondido ella en su libro. Una persona clave en su vida. Por eso, al recuperar la libertad, compró la casa donde vivió secuestrada, y el BMW rojo de su verdugo, y lloró por él.
Pero mientras otras víctimas buscan la paz del anonimato, Kampusch se ha convertido en una celebridad que cobra por las entrevistas, y ha visto aumentar sin pausa su cuenta bancaria. “Bueno, ella es una víctima, de eso no hay duda. Otra cosa es que su libro contenga muchas contradicciones y no todo lo que se dice en él sea cierto. Pero no tenemos derecho a responsabilizarla”, alega Rzezut. Y en cuanto a su vida, “creo que el interés por el dinero está más bien en la gente que la rodea; psicólogos, abogados, asistentes, familia”.