domingo, 28 de abril de 2019

José Fernando Dicenta

José Fernando Dicenta, hijo y nieto de dramaturgos, actores, escritores. Él también destacó, además, en poesía, hasta su temprana muerte. Uno de sus poemas lo escogió Alberto Cortez para musicarlo.

EL AMOR DESOLADO

Yo puse el esfuerzo...
y ella la desgana.
Yo el hondo silencio
y ella la palabra,
Yo senda y camino
y ella la distancia.
Yo puse los ojos
y ella la mirada.

Quise entre mis manos
retener el agua
y sobre la arena
levanté mi casa.
Me quedé sin manos,
me quedé sin casa;
fui raíz oscura
y ella tronco y rama.

Para que la cuenta
del amor sumara,
ella puso el cuerpo,
yo el cuerpo y el alma.
Era toda viento,
yo todo montaña.
Yo pura resina,
y ella pura llama.

Una noche oscura
se fue de mi casa.
Cegaron mis ojos
para no mirarla.
Para no seguirla
cerré las ventanas.
Clausuré las puertas
para no llamarla.

Puse rosas negras
sobre nuestra cama.
Sobre su memoria
puse rosas blancas.
Y a la luz difusa
de la madrugada,
me quité la vida
para no matarla.

Yo lo puse todo,
vida, cuerpo y alma,
y ella, Dios lo sabe,
nunca puso.


https://youtu.be/dBPmA4jRyYg



sábado, 27 de abril de 2019

Túnel de flor

Túnel de flor de cerezo en Mie, Japón.

La floración de los cerezos japoneses o Sakura es todo un acontecimiento natural conocido y apreciado en todo el planeta. La flor del cerezo es un símbolo del renacer, de la propia vida y de su belleza. Cada año, en primavera, miles de personas viajan a Japón para disfrutar del espectáculo natural de estos árboles floreciendo en masa con sus colores blancos y rosas llenos de matices.
También son muchas las familias japonesas que esperan... con impaciencia esta época tan especial. Una gran mayoría asiste a los festivales del cerezo en flor que se celebran por todo el país y disfruta del hanami, la arraigada tradición de contemplar estos árboles maravillosos mientras se comparte un divertido picnic bajo sus ramas florecidas con amigos y familiares.
Vista en el interior del túnel.

 

miércoles, 17 de abril de 2019

Geli Raubal

Aquí presento a una chica austríaca nacida en 1908, joven, sana, alegre. Geli Raubal era sobrina de Hitler por ser hija de un medio hermano del futuro dictador. En 1925 acompañó a su madre a Munich para que ella fuera ama de llaves. Finalmente, en 1928 la madre se instaló en la finca de Berghof y Geli, 20 años por entonces, quedó a vivir con su tío en Munich mientras cursaba estudios de Medicina. Hitler tenía 38 años.
Éste había tenido ya una relación con Mimi Reiter, de 16 a...ños, que se negó a ser su amante si no se casaba con ella. Geli, otra jovencita, estaba fascinada por su tío el político, por lo que quiso acompañarlo a reuniones sociales y de partido siendo su papel cada vez más equívoco y dando origen a rumores. Hitler, cautivado también por su juventud, se volvió posesivo y controlador. El líder nazi Otto Strasser comentaría más adelante que Geli, durante un encuentro en 1931, le había comentado que Hitler le pedía que "hiciera cosas simplemente repugnantes", a lo que se unía su hartazgo por los enormes celos posesivos de su tío hacia ella. Strasser añadió que, según Geli, ésta debía verse sometida a realizar perversiones sexuales para satisfacción de Hitler.
Su tío cercenaba cualquier contacto sentimental con personas de su edad. El 18 de septiembre de 1931 Geli y su tío mantuvieron una discusión, ya que Hitler se negaba a permitirle viajar a Viena donde continuar sus estudios y liberarse de la presión de su tío. Esa misma tarde Adolf Hitler partió a Nüremberg para asistir a una reunión, pero al día siguiente tuvo que volver a Múnich. Raubal había aparecido muerta con una herida de disparo en el pulmón. Geli se había disparado ella misma en el apartamento de Hitler con la pistola Walther de su tío. Tenía entonces 23 años. Durante un tiempo se rumoreó que había sido asesinada. Nunca se supo la verdad. Al año siguiente Hitler conocería a Eva Braun, otra jovencita de 17 años, a la que convertiría en su amante unos meses después.

 

martes, 16 de abril de 2019

Jacques Bernard de Molay


«¡Pagarás por la sangre de los inocentes, Felipe, rey blasfemo! ¡Y tú, Clemente, traidor a tu Iglesia! ¡Dios vengará nuestra muerte, y ambos estaréis muertos antes de un año!», proclamó antes de morir
Despunta el alba en la Isla de los Judíos, pero el sol apenas clarea de gris el lúgubre recodo del Sena. Las orillas están a rebosar de rostros curiosos, tanto en el lado del mercado como en el que linda con los jardines del Palacio del Rey. Hay risas, y vino, y putas trabajando bajo los mantos. Porque toda ejecución es un espectáculo y todo espectáculo es una fiesta.
Y toda fiesta tiene un invitado de honor. Este ha pasado la noche en la isla, en una jaula improvisada hecha con maderos. Un niño hubiese podido escapar de ella en cuestión de minutos, pero el despojo balbuceante que los alguaciles sacan de su interior apenas es capaz de tenerse en pie, cuanto ni más huir. Le conducen frente al preboste de París, que aguarda inquieto frente a la pira. Cambia el peso de un pie a otro, incómodo por la humedad y por la tarea ingrata. Cuando desenrolla la sentencia y se la lee al reo, lo hace con voz trémula y ojos esquivos.
-Jacques Bernard de Molay, vigésimo tercer Gran Maestre de la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y el Templo de Salomón, conocidos como templarios. Has sido juzgado y hallado culpable por tu propia confesión de los delitos de herejía, idolatría, simonía y blasfemia contra la Santa Cruz. Por ello has sido condenado a morir en la hoguera.
-Fui condenado a cadena perpetua, no a muerte. Y me retracté de esa confesión, obtenida bajo tortura -susurra el anciano.
El preboste mira a Molay con compasión no exenta de culpabilidad. Sabe que la confesión ha sido arrancada de forma cruel. Tras siete años de prisión, el anciano ha quedado reducido a una sombra de lo que fue. Pese a ello, cuando la sentencia se proclamó en firme, Molay fue tan torpe de no aceptarla con la sumisión esperada.
-Rechazasteis la misericordia del rey Felipe proclamándoos inocente cuando ya habíais sido hallado culpable. Añadisteis el pecado de la soberbia a los que ya poseíais. Y os condenasteis a vosotros mismos y a los templarios a la desaparición.
-Ya no existen, mis hermanos ya no existen -replicó el anciano, meneando la cabeza-. Pero la orden vivirá para siempre.
113 caballeros templarios habían sido ya asesinados en la hoguera por los hombres de Felipe. Aquel era el último que quedaba en Francia.
-Es voluntad del rey y de Su Santidad que la Orden sea erradicada, y su nombre sea maldito y caiga en el olvido.
-No le será tan fácil -repuso Molay, tirando torpemente de la túnica deshilachada y mugrienta que era toda su vestidura. La mano huesuda descubrió un hombro escuálido. Allí, cerca del corazón, el anciano había lacerado su carne, dibujando una cruz, la misma que había guiado su espíritu durante los 71 años de su existencia. Había usado el mango de una cuchara hacerlo, afilándolo contra una piedra suelta en la pared de su celda.
El preboste ahogó un quejido de repugnancia al ver aquello. Los bordes irregulares de la herida se habían infectado y estaban llenos de gusanos.
-Felipe y Clemente me matarán, pero no me impedirán morir con la cruz en el lugar donde siempre ha estado -añadió el anciano.
-Sea pues. Morid con la cruz, y que la orden muera con vos -dijo el preboste, haciendo un gesto al verdugo.
El encapuchado arrastró a Molay hasta el poste, alrededor del cual se habían dispuesto haces de madera seca por todas partes excepto donde debían ir los pies del prisionero. Al verlo, el templario pidió al preboste que se acercase.
-Me gustaría morir mirando a Notre Dame.
El preboste dio unas cuantas órdenes, y los guardias cambiaron de sentido los haces de leña a regañadientes. Ataron al anciano al poste, y finalmente colocaron algo más de combustible sobre las canillas blanquecinas y llenas de costrones del viejo guerrero.
El verdugo se acercó entonces al lugar donde apilaba sus enseres, y cogió un cubo donde guardaba paja húmeda. Iba a acercarse a la pira con él, pero el preboste le detuvo.
-Dejad eso.
Incluso a través de la capucha de cuero se percibió el desagrado del verdugo. No era un hombre que disfrutase haciendo daño a otros. Había perfeccionado su trabajo para matar con el mínimo dolor posible, y eso incluía la paja húmeda cuando alguien era condenado a la hoguera. El fuego arrancaba gran cantidad de humo de la paja, provocando que el reo se ahogase mucho antes de que el fuego le abrasase la carne.
-Sólo es un viejo inútil -dijo.
-El rey ha dicho que no -zanjó el preboste.
¿Qué terribles delitos había cometido aquel anciano para que la condena fuese tan dura? Ninguno, si hemos de juzgar su proclamación pública de inocencia, lejos de las lancetas y las cuerdas de los torturadores. Pero no eran sus crímenes los que habían enfurecido al Papa Clemente y al Rey Felipe el Hermoso. Era la existencia de los templarios la que significaba una amenaza para los poderes de París y de Avignon, donde estaba entonces la sede de Pedro.

Origen de la orden
Desde que dos siglos atrás nueve cruzados se comprometiesen a salvaguardar a los peregrinos que visitasen Tierra Santa, la orden de los Templarios no había dejado de crecer en poder e influencia. Poco a poco se habían extendido por Europa, y los templarios no combatientes habían librado una batalla distinta con las monarquías del continente. Sabedores de que la auténtica fuerza de una espada está en el brazo que la empuña, y la de este en el estómago que lo alimenta, y la de este en la bolsa que lo llena, habían decidido servir a Dios y a la Orden amasando oro a manos llenas. Inspirados por las prácticas ancestrales de judíos y fenicios, los templarios crearon una forma primigenia de banco, que servía de puente entre los monarcas siempre ávidos de dinero para sus guerras y francachelas de caza. Ello aumentó aún más el poder de la órden, que además era completamente independiente del papado.
Y cuando alguien crece demasiado a su aire, se crea enemigos. Y si además sus deudores tienen el poder para aniquilarlos, pueden caer en la tentación de hacerlo. Y así fue como los monjes guerreros se labraron la inquina del rey Felipe el Hermoso, cuyas deudas eran cada vez mayores y sus posibilidades de saldarlas, más pequeñas. Y del Papa Clemente, que envidiaba la libertad de los templarios y rabiaba porque estos no le apoyasen en las escaramuzas que deseaba librar. Se reunieron y confabularon. Pensaron en una excusa, desde los secretos rituales de iniciación dentro de la Orden, que dicen que incluían escupir sobre la Cruz, hasta los pecados de usura y simonía. Cualquier cosa que pudiese invertir las simpatías del pueblo por los poderosos y misteriosos templarios, cuyas virginales túnicas blancas y fiereza en el combate despertaban la admiración de los comunes. Aunque si hay algo a lo que el vulgo está más dispuesto que a admirar a un héroe es a vilipendiarlo a la mínima ocasión.

Les persiguieron, les arrestaron, les torturaron, les hallaron culpables y les encerraron. Uno a uno, eran vulnerables. Uno a uno, fueron cayendo los guerreros mejor entrenados de la Cristiandad, bajo los perros del rey, campesinos con espada que sólo tenían a su favor el número; pero no la razón, ni la justicia ni el honor.
Ya se acerca el verdugo a Jacques de Molay, con la antorcha encendida en la mano. En el amanecer grisáceo, la bola de fuego anaranjado arranca ocasionales tonalidades azuladas del cielo encapotado. El viejo templario, que tiembla de frío y de miedo, casi agradece el calor de la antorcha cuando prende la base de la pira, mandando una engañosa y agradable sensación a sus pies helados.

«Dieu vengera notre mort!», musita el anciano varias veces, como ensayando para sí mismo, antes de tomar aire y repetirlo a gritos. Y su garganta reseca encuentra fuerzas para proclamar su inocencia. La voz cascada se aclara por última vez, y el viejo semidesnudo vuelve a ser un príncipe de la cristiandad. Un gigante poderoso cuya maldición vuela por encima de las cabezas de la gente, espanta a las palomas que anidan entre las gárgolas de Notre Dame, y se alza hacia el cielo para convertir el epitafio en presagio.
«¡Pagarás por la sangre de los inocentes, Felipe, rey blasfemo! ¡Y tú, Clemente, traidor a tu Iglesia! ¡Dios vengará nuestra muerte, y ambos estaréis muertos antes de un año!»
Las llamas muerden los pies del anciano, convirtiendo el final de su proclama en un alarido de dolor, que sella su destino y firma con sangre la maldición. Una maldición que se cumplirá al pie de la letra, pues tanto el Papa como el rey de Francia mueren a los pocos meses. Castigo divino o no, desde ese 19 de marzo de 1314 vivirá para siempre en la imaginación de todos nosotros la leyenda de los valientes y abnegados defensores del Santo Sepulcro, de los monjes que partían a mandoblazos cráneos de sus semejantes sin sentir ni por asomo la ironía: La leyenda de los caballeros templarios.

Julia Margaret Cameron

Retratista de la era victoriana, Julia Margaret Cameron (1815-1879) gustaba sobre todo de fotografiar a miembros de su círculo familiar, algunos de ellos dedicados al teatro. En esta imagen de 1864 la joven Ellen Terry, de 16 años, representando "La Tristeza".

Notre Dame

Hay imágenes que producen belleza y riqueza cultural mientras que otras generan estupor y escalofríos...
La catedral de Notre Dame de París tardó más de 200 años en construirse y solo unas horas en quemarse. La construcción de la estructura comenzó en el siglo XII; seiscientos años después, fue rehabilitada por Napoleón en el siglo XIX. Mientras tanto, reyes fueron coronados debajo de sus monumentales vitrales, incluso mientras la ciudad a su alrededor se levantaba, caía y vo...lvía a levantarse.
Ha servido como escenario de numerosos eventos históricos, incluida la coronación de Napoleón en 1804. En agosto de 1944, se celebró una misa especial en la catedral a la que asistió el general Charles de Gaulle para celebrar la liberación de París de los nazis.
Pero tras la caída de la aguja del templo del monumento más visitado de Francia, ya nada será igual, al margen de su reconstrucción. La aguja contenía reliquias de San Denis y San Genevieve, los santos patronos de París.
El arzobispo de París colocó las reliquias en la cumbre de la iglesia en 1935 para proteger el edificio. Es probable que ahora estén reducidas a cenizas. Afortunadamente, una de las mayores reliquias de la catedral, la corona de espinas de Cristo, se salvó del fuego.


 

martes, 9 de abril de 2019


Despierta, despierta esa visión mágica de la vida, de la célula, de la estrella, de la planta, de la risa del niño, del perro que corre, del satélite, del abismo, del camino en mitad de la meseta. Todo es enormemente misterioso.

Y que no te engañen; que no limiten tu mirada, que no intenten ponerte mordaza. No te escondas. El camino es hermoso, el camino te lleva a la aventura de la vida.

No te rindas jamás. Levántate y ponte de nuevo a caminar, con la mirada alta y clara, hasta el infinito.


sábado, 6 de abril de 2019

Marilyn

"No puedo dormir, no puedo concentrarme, no sé si soy buena o mala en la cama, odio el dolor, no puedo tener hijos, me cuesta tomar decisiones, no puedo mantener una relación amorosa, padezco depresiones, y tomo demasiados tranquilizantes. Bebo, miento, y, con frecuencia, deseo morir, aunque tengo pánico a la muerte y a las cosas muertas. Quiero amar, y, al mismo tiempo, lo sacrifico todo por mi carrera. Soy ignorante, tonta y vulgar, y leo libros y tengo maestros que creen que puedo ser una gran actriz, pero no puedo recordar los parlamentos del guion. Soy una estrella pero las productoras me odian. Creo en el matrimonio y la fidelidad pero me acuesto con otros... Dios mío, qué confusión".
Anotación de Marilyn Monroe en su diario.