jueves, 6 de octubre de 2011

Leyenda

Andando distraidamente por un Centro Comercial, con una amiga violinista, entre el murmullo de las conversaciones, el ruido de los altavoces, la gente caminando, mi amiga dice de pronto:

- No es maravilloso?, Oyes ese piano?

La verdad es que no oía nada, pero es cierto, entre todo ese barullo surgía el sonido de un piano. Pensé que era una grabacion, pero mi amiga dijo que no, que era en vivo.
Siguiendo el sonido de la musica, una sonata de Chopin, fuimos buscando el lugar de donde provenía, y ahora que prestaaba atencion parecía como si todos los demas sonidos hubieran desaparecido.

Llegamos a la zona del restaurante, y alli entre el bullicio de la gente comiendo, hablando y leyendo el periodico, estaba el piano y el pianista. Tocaba otras dos sonatas de Chopin, y después Schubert y Mozart. Tendría como unos treinta años, dicía una placa que era un musico de Georgia.

Mirándole tocar estaba segura de que realmente no estaba allí. Sus manos compartían con todos el amor, el alma, el entusiasmo, lo mejor de si mismo, sus años de estudio, de concentracion, de disciplina.

Pero parecía no haber entendido una cosa: los que venían aqui no vienen a escucharlo, sino a comprar, pasear....

Al pianista eso no le interesaba, seguía conversando con los angeles de Mozart, tampoco notaba que solo dos personas le escuchaban, una de ellas, violinista, lo hacía con lagrimas en los ojos.

Viéndole tocar asi, con tanta entrega como si estuviera en la Opera de Paris o la Scala de Milan, sentí un profundo respeto por el y a la vez me recordó que cada uno tiene una leyenda personal que cumplir y punto final. No importa si los demas te apoyan, te critican, no te hacen caso o te toleran: tu haces aquello porque es tu destino en este mundo, es la fuente de toda alegria.

El pianista terminó la pieza de Mozart y levantó la cabeza del piano, por primera vez notó nuestra presencia y nos saludó con un discreto movimiento de cabeza. Y enseguida volvió a tocar su piano.


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