Combarro
es uno de los pueblos más bonitos de Pontevedra. En verano es difícil
disfrutarlo, por la afluencia masiva de turistas y por el hecho de que aquello
se convierte en un mercadillo de tiendas donde los empleados vocean en la
puerta sus mercancías, con zonas en las que casi ni se puede caminar. Y aunque
es cierto que a determinadas horas, sobre todo si se huye de algunas calles, el
lugar recupera parte de su encanto, yo lo prefiero en invierno. Entonces, con
muchos negocios cerrados y con la única presencia de la gente de allí junto con
algún visitante atípico, aquello vuelve a ser la maravilla de siempre. Con
bruma, frío y lluvia, pero auténtico. Eso, en verano, se pierde. Esta foto es
del mes de julio, un rincón tranquilo a pesar de todo.
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