Hace apenas unas semanas, el Museo Americano de Historia Natural colgó en la red este espectacular vídeo, una reconstrucción informática que muestra un "viaje" desde la superficie de la Tierra hasta los límites del universo conocido.
Y he de decir que es de los mejores, si no el mejor, de todos los que he visto sobre el tema. Desde su publicación, casi dos millones de personas lo han visto ya en la web del museo, pero en España este excepcional trabajo sigue siendo prácticamente desconocido.
Lo que hace que este vídeo sea único y diferente a la mayoría de los que se han hecho hasta ahora es que todo lo que en él aparece está basado en datos reales. Es decir, que no se trata de un vídeo "artístico" realizado según simples criterios estéticos, sino de una auténtica reconstrucción, pieza a pieza, de todo lo que sabemos sobre el universo en que vivimos.
Todo, desde las trayectorias de los satélites que orbitan la Tierra, hasta la posición de todas las estrellas, galaxias o lejanísimos quasares, está basado exactamente en los datos que tenemos sobre cada uno de esos objetos. O para ser más precisos, en los datos del Sloan Digital Sky Survey, que componen la que quizá sea la visión más completa del universo de que disponemos hasta el momento.
A pesar de todo, y debido a la posición geográfica en la que se encuentra el telescopio de dos metros y medio del Apache Point Observatory, en Nuevo México, que es el que utiliza el Sloan Digital Sky Survey, existen zonas "oscuras", es decir, áreas del universo que el telescopio, físicamente, no puede observar. Por eso, en el vídeo, la distribución de las galaxias observadas tiene la forma de dos conos unidos por la punta (el punto de unión es la Tierra), y el resto aparece en negro.
En total, el trabajo comprende casi un millón de galaxias y más de 120.000 quasares. El viaje, que comienza en el Himalaya, termina en el límite mismo de lo que podemos observar con los instrumentos más potentes de que disponemos, los ecos del Big Bang, a 13.700 millones de años luz de distancia, y sirve para que todos nos demos cuenta, de una forma directa y visual, de lo insignificantemente pequeño que es nuestro mundo, incluso nuestra galaxia, si se compara con todo lo que hay "ahí fuera"...
Si fuese posible curar las penas con el llanto y resucitar a los muertos con las lágrimas, el oro sería menos valioso que la tristeza. Sófocles, Escirios. Frag 510
lunes, 29 de marzo de 2010
domingo, 28 de marzo de 2010
El simbolo de toda nuestra vida
De Felipe Benítez Reyes...
Hay noches que debieran ser la vida.
Intensas largas noches irreales
con el sabor amargo de lo efímero
y el sabor venenoso del pecado
-como si fuésemos más jóvenes
y aún nos fuese dado malgastar
virtud, dinero y tiempo impunemente.
Debieran ser la vida,
el símbolo de toda nuestra vida,
la memoria dorada de la juventud.
Y, como el despertar repentino de una vieja pasión,
que volviesen de nuevo aquellas noches
para herirnos de envidia
de todo cuanto fuimos y vivimos
y aún a veces nos tienta
con su procacidad.
Porque debieron ser la vida.
Y lo fueron tal vez, ya que el recuerdo
las salva y les concede el privilegio de fundirse
en una sola noche triunfal,
inolvidable, en la que el mundo
pareciera haber puesto
sus llamativas galas tentadoras
a los pies de nuestra altiva adolescencia.
Larga noche gentil, noche de nieve,
que la memoria te conserve como una gema cálida,
con brillo de bengalas de verbena,
en el cielo apagado en el que flotan
los ángeles muertos, los deseos adolescentes.
Hay noches que debieran ser la vida.
Intensas largas noches irreales
con el sabor amargo de lo efímero
y el sabor venenoso del pecado
-como si fuésemos más jóvenes
y aún nos fuese dado malgastar
virtud, dinero y tiempo impunemente.
Debieran ser la vida,
el símbolo de toda nuestra vida,
la memoria dorada de la juventud.
Y, como el despertar repentino de una vieja pasión,
que volviesen de nuevo aquellas noches
para herirnos de envidia
de todo cuanto fuimos y vivimos
y aún a veces nos tienta
con su procacidad.
Porque debieron ser la vida.
Y lo fueron tal vez, ya que el recuerdo
las salva y les concede el privilegio de fundirse
en una sola noche triunfal,
inolvidable, en la que el mundo
pareciera haber puesto
sus llamativas galas tentadoras
a los pies de nuestra altiva adolescencia.
Larga noche gentil, noche de nieve,
que la memoria te conserve como una gema cálida,
con brillo de bengalas de verbena,
en el cielo apagado en el que flotan
los ángeles muertos, los deseos adolescentes.
Acantilado rojo
Anunciaban esta película bélica china como la más cara de la historia del cine chino, con un millón de chinos peleándose en grandes escenas de acción. El irregular y especialista en cine de acción John Woo parecía garantizar eso. Y heme aquí que es una película cómica. Sólo así es posible aguantar las dos horas de proyección sin salirse del cine. Los personajes no cuentan (los en otras películas excelentes Tony Leung y Takeshi Kaneshiro), la historia da igual, la credibilidad es lo mismo, el argumento apenas existe, otros personajes secundarios son de risa, todos de cartón piedra, sin un matiz ni una lucha interna, sin capacidad de reflexión ni de nada. Hasta al malo malo de la película se le perdona la vida al final dándole una palmadita en la espalda mientras marcha a la peluquería. En fin, es todo ridículo. Digo yo que con que el John Woo se hubiera visto un par de películas de Kurosawa bastaría para hacer algo más que una película con muchos extras, mucho fuego, muchas flechas y lanzas. Pero se ve que no tiene tiempo de ir al cine. Una burda y ridícula película.
domingo, 14 de marzo de 2010
Música electrónica
The Avalanches es un grupo de música electrónica procedente de Melbourne, Australia. Frontier Psychiatrist es un tema de su álbum Since I Left You, publicado en el año 2000. Para los amantes de la música electrónica...
domingo, 7 de marzo de 2010
Para las madres
Aprovechando que llega el día de la Mujer Trabajadora. Un video para todas las madres trabajadoras y para las que trabajan en su casa cuidando de los suyos. Y para mi madre que me espera allá donde esté..
sábado, 6 de marzo de 2010
Recuerdos
¿Qué haríamos sin memoria, sin el recuerdo de lo vivido, sin el sabor de aquellos años en que fuimos otros, tan distintos, casi irreconocibles hoy? Si no hay memoria, si no hay esperanza ¿qué queda en nuestra vida? Eso pensaba al ver a aquellos ancianos, algunos sin recordar siquiera cuál era su nombre, quiénes sus hijos que les visitaban con cara resignada y cierto hastío. Murmurando palabras que eran trozos de un tiempo que ya aparecía desconectado de otro, en una mezcla de recuerdos perdidos que sobresalían como islas en un mar de olvido.
La memoria es un entramado de hilos enlazados entre sí, de manera que si se tira de uno la vibración llega hasta otro y el cuadro va creciendo: imágenes, palabras, sensaciones, sentimientos… Todo aquello que va emergiendo de ese almacén polvoriento que ha crecido con los años, sale a la luz y muestra aquel brillo que tuvo hasta hacer que los viejos sentimientos vuelvan y lloremos a veces, como esos ancianos que han perdido hasta su pasado, lloremos sin saber por qué, por el destino de nuestros días, por la pérdida de los sueños, de aquellos que fuimos, por las personas que amamos y que casi habíamos olvidado, preocupados por nuestro diario quehacer.
Pero esa memoria recuperada ya no es lo sucedido realmente porque entonces quien lo vivió fue otro, aunque creamos que éramos nosotros mismos. Aquel joven era distinto dequien ahora ahonda en sus recuerdos, observando, interpretando, dando significados diferentes de aquellos que tuvieron. Porque nuestro presente no es sólo lo que nos sucede sino la forma en que lo afrontamos, cómo le damos un sentido que hemos formado por nuestra experiencia, a través de los años pasados. Por eso el río discurre sin vuelta atrás y, como el sabio griego, nos bañamos cada vez en un agua distinta. Nada es igual, aunque vuelva, no somos los mismos que aquellos que vivieron lo que recordamos. Hay algo latente, profundo, como una corriente subterránea, por la que nos identificamos con los que fuimos, pero pensar que éramos aquel resulta un espejismo.
Me iré, piensa, y todos mis recuerdos irán conmigo. Dejaré de observar este río que fluye incansable hacia tierras lejanas, perderé tal vez el recuerdo de los detalles, de la forma de las casas, los retazos de conversación con todos los que conocí. Mi vida, piensa, se irá perdiendo entre los recodos de un cauce, empujado por el río hacia un mar donde todo se confunda, recuerdos y memoria, hasta desaparecer. Pero he vivido, se dice, y aún lo sigo haciendo. Y antes de que todo desaparezca, recuerdos y memoria, sueños y alegrías, pesares y esperanzas, he de agarrarme a ello, atrapar la memoria esquiva con la firmeza de una red imposible, de un empeño que es derrota y voluntad, necesidad apremiante de que la vida no escape del todo, que la memoria no nos traicione. Lo he de atrapar con palabras porque sólo me quedan éstas junto a este río que me lleva, que me arrastra sobre las piedras del fondo sin dejarme agarrar a los matorrales de la ribera. Palabras, palabras, ecos de vida, rumor de sueños.
La memoria es un entramado de hilos enlazados entre sí, de manera que si se tira de uno la vibración llega hasta otro y el cuadro va creciendo: imágenes, palabras, sensaciones, sentimientos… Todo aquello que va emergiendo de ese almacén polvoriento que ha crecido con los años, sale a la luz y muestra aquel brillo que tuvo hasta hacer que los viejos sentimientos vuelvan y lloremos a veces, como esos ancianos que han perdido hasta su pasado, lloremos sin saber por qué, por el destino de nuestros días, por la pérdida de los sueños, de aquellos que fuimos, por las personas que amamos y que casi habíamos olvidado, preocupados por nuestro diario quehacer.
Pero esa memoria recuperada ya no es lo sucedido realmente porque entonces quien lo vivió fue otro, aunque creamos que éramos nosotros mismos. Aquel joven era distinto dequien ahora ahonda en sus recuerdos, observando, interpretando, dando significados diferentes de aquellos que tuvieron. Porque nuestro presente no es sólo lo que nos sucede sino la forma en que lo afrontamos, cómo le damos un sentido que hemos formado por nuestra experiencia, a través de los años pasados. Por eso el río discurre sin vuelta atrás y, como el sabio griego, nos bañamos cada vez en un agua distinta. Nada es igual, aunque vuelva, no somos los mismos que aquellos que vivieron lo que recordamos. Hay algo latente, profundo, como una corriente subterránea, por la que nos identificamos con los que fuimos, pero pensar que éramos aquel resulta un espejismo.
Me iré, piensa, y todos mis recuerdos irán conmigo. Dejaré de observar este río que fluye incansable hacia tierras lejanas, perderé tal vez el recuerdo de los detalles, de la forma de las casas, los retazos de conversación con todos los que conocí. Mi vida, piensa, se irá perdiendo entre los recodos de un cauce, empujado por el río hacia un mar donde todo se confunda, recuerdos y memoria, hasta desaparecer. Pero he vivido, se dice, y aún lo sigo haciendo. Y antes de que todo desaparezca, recuerdos y memoria, sueños y alegrías, pesares y esperanzas, he de agarrarme a ello, atrapar la memoria esquiva con la firmeza de una red imposible, de un empeño que es derrota y voluntad, necesidad apremiante de que la vida no escape del todo, que la memoria no nos traicione. Lo he de atrapar con palabras porque sólo me quedan éstas junto a este río que me lleva, que me arrastra sobre las piedras del fondo sin dejarme agarrar a los matorrales de la ribera. Palabras, palabras, ecos de vida, rumor de sueños.
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