En el Museo Ruso de Málaga encontramos una exposición sobre los Romanov, la dinastía de zares que gobernó Rusia durante tres siglos. Junto a los retratos de zares y zarinas posando hieráticas para la posteridad, me sorprendió un retrato muy diferente, el de la llamada princesa Tarakanova.
Si fuese posible curar las penas con el llanto y resucitar a los muertos con las lágrimas, el oro sería menos valioso que la tristeza. Sófocles, Escirios. Frag 510
sábado, 26 de diciembre de 2020
Según testimonios de la época era una “hermosa joven de cabello rubio, mirada azul oscura, rasgos circasianos". Realmente, a la vista de su retrato, debió ser de gran belleza, aunque el cuadro databa de mucho después y podía estar idealizado.
Tras la muerte de Isabel I Petrovna en 1762, hija que fue del gran Pedro I el Grande (véase retrato), el poder en Rusia había quedado vacante puesto que la zarina murió soltera y sin hijos. En su testamento dejó el trono a su sobrino Pedro III que casaría con la que habría de ser famosa zarina Catalina II.
Pues bien, diez años después del deceso, apareció en París, proveniente de Persia, una misteriosa mujer de nobles maneras que afirmó llamarse princesa Tarakanova y ser hija de la zarina Isabel I Petrovna y de su favorito, un cosaco ruso, el conde Razumovsky, tras una boda en secreto.
Por entonces Catalina II gobernaba con mano de hierro el imperio ruso y con bastante oposición. Todos los que estaban en su contra adoptaron a la joven y elegante princesa aceptando su origen y defendiendo su causa. Catalina II era una mujer terrible y no iba a permitir que su rival adquiriera mayor fama ni partidarios.
El conde Aleksei Orlov, enviado secreto, se presentó en París y, con decidido atrevimiento, enamoró a la princesa. Se citaron en Livorno (Toscana italiana) invitándola entonces a subir a su barco. Ésta lo hizo sin darse cuenta que el barco era ruso y su cubierta, técnicamente, era suelo ruso. Inmediatamente fue detenida y llevada a Moscú, encerrándola en las mazmorras de la fortaleza de San Pedro y San Pablo.
La esvástica es un símbolo de dudoso origen, pese a su simplicidad, por cuanto surgió en distintas civilizaciones de forma independiente y desde hace siete mil años nada menos. Antes de que los nazis se apropiaran de él (como de tantas cosas, la teoría eugenésica, la música de Wagner), estuvo muy presente en la arquitectura romana e india, sobre todo.
En la foto, un pavimento en la villa romana de la Olmeda, en Palencia
sábado, 12 de diciembre de 2020
“Un padre le dijo a su hijo: te graduaste con honores, aquí tienes un coche que compré muchos años atrás... tiene más de 50 años de antigüedad. Pero antes de dártelo, llévalo al compraventa de usados del centro y diles que lo quiero vender a ver cuánto te ofrecen.
El hijo fue al compraventa de usados, volvió con su padre y le dijo: “Me ofrecieron 1.000€ porque se ve muy desgastado".
El padre dijo: “llévalo a la casa de empeño."
El hijo fue a la casa de empeño, volvió con su padre y dijo: “La casa de empeño ofreció 100€ porque era un coche muy viejo."
El padre le pidió a su hijo ir a un club de coches clásicos a enseñarles el coche.
El hijo llevo el coche al club, regresó y le dijo a su padre: “unas personas en el club ofrecieron 100,000 € por el, ya qué es un Mustang clásico y muy buscado entre los miembros del club.”
El padre dijo a su hijo: “Quería que supieras que el lugar correcto te valora de la forma correcta"...
Sí no eres valorado, no te enfades, significa que estás en el lugar equivocado. Aquellos que conocen tu valor son aquellos que te aprecian, nunca te quedes en un lugar dónde nadie vea tu valor."
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