sábado, 22 de junio de 2013

Paredes de Nava, en Palencia, es una población donde quedan pocos habitantes que se sientan en la gran plaza del pueblo, ancianos la mayoría. Me detuve frente a la estatua dedicada a su hijo más ilustre: Jorge Manrique. Reconozco que, al modo de oración, recité el comienzo de esa poesía que es de lo mejor de la lírica castellana. De vez en cuando, paseando por la playa, vuelvo a hacerlo porque está lleno de versos donde adivinas cosas ciertas. Como este trozo menos conocido de este canto a la vida como engaño:




Dezidme: La hermosura,

la gentil frescura y tez

de la cara,

... la color e la blancura,

cuando viene la vejez,

¿cuál se para?

Las mañas e ligereza

e la fuerça corporal

de juventud,

todo se torna graveza

cuando llega el arrabal

de senectud.

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