Bosque. Noto tu espíritu. El vaivén de tus ramas a la mecida de una brisa ligerísima. Noto tu espíritu sosegado de Otoño. Tu quietud, tu letargo. Como a quien le pesan los párpados, como quien hace su paso más lento, más contemplativo, para detenerse al fin y girar sobre sí mismo. Escuchar entonces el silencio sordo de la vida que te observa agazapada. Las hojas se han pasado al rubio, la luz débil y aún así cálida, el escaramujo aglutinándose en sus frutos pomposos, los madroños listos para vestir los labios de carmesí. Bendita la soledad del bosque adentro! Donde noto tu espíritu y recibo tu ofrenda. Emprender el paso con el corazón en calma y el espíritu tranquilo. Caminar ligero, rencontrando el camino viejo y conocido, con un puñado de goce en cada mano y murmurar, murmurar al dejar la espesura del bosque atrás: Noto tu espíritu, te llevo conmigo.
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