Bien pudiera llamarse al año que vence el de la
ira, otro año de la ira para mayor
precisión, habida cuenta de que ya son muchas las anualidades, demasiadas, que
se han ganado a pulso este nombre, En el empeño o divertimento de dividir en
años el flujo de la historia, 2016 no desmerece a los que le precedieron por su
colección de victimas inocentes. Bruselas, Niza, Estambul, Munich, Ankara, Berlín,
diferentes lugares ensangrentados de Irak y de Afganistán, y otros muchos
lugares han sufrido la ira aniquiladora. Y, claro, Alepo, compendio de la
vesania propia de los verdugos, el oportunismo de sus aliados y la inoperancia
internacional para contener la carnicería. Bien
pudiera llamarse también año de la ira a este 2016 en su ultima curva por el
descontento con la élites gobernantes de
capas sociales cada vez mas nutridas, desconcertadas o defraudadas, terreno
abonado para que proliferen y se suban al puente de mando los especialistas en
simplificar los problemas, en los profetas de una configuración binaria de la política,
nosotros y ellos, conmigo o contra mí, austeridad económica o compromiso
social, blancos y negros… Nada nuevo bajo el sol, salvo que los profesionales
de la simplificación y los planteamientos binarios ocupan un espacio cada vez
mayor.
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