Leía un artículo firmado por Millán Astray en 1916, en torno al
crimen que investigo. Ahondando en el personaje, he llegado a la descripción de
la famosísima escena con Unamuno. Anda que tenía coraje este hombre, da
escalofríos sólo imaginarse la turbamulta a su alrededor y él en medio de todo
eso.
Lo que sucedió, según cuenta en
su magna obra La guerra civil
española el hispanista inglés Hugh Thomas, es lo siguiente: el profesor Francisco Maldonado tras
las formalidades iniciales y un apasionado discurso de José María Pemán, pronuncia un discurso en
que ataca violentamente a Cataluña y a Vascongadas, calificando a estas regiones
como "cánceres en el cuerpo de la nación. El fascismo, que es el sanador de
España, sabrá como exterminarlas, cortando en la carne viva, como un decidido
cirujano libre de falsos sentimentalismos. "
Alguien grita entonces, desde
algún lugar del paraninfo, el famoso lema "¡Viva la muerte!".
Millán-Astray responde con los gritos con que habitualmente se excitaba al
pueblo: "¡España ..."; ".. una!", responden los asistentes.
(Algunos jóvenes estudiantes
falangistas (según otros carlistas) intentan enmendar el viva la muerte con
vivas a Cristo Rey y a la paz misericordiosa (...) pero son apagados por los
ensordecedores gritos de ritual pseudorracionales y acaban siguiéndolos).
- "¡España ...", vuelve
a exclamar Millán-Astray".. grande!", replica el auditorio.
- "¡España ...",
finaliza el general; "... libre!", concluyen los congregados.
Después un grupo de falangistas
ataviados con la camisa azul de la Falange hacen el saludo fascista, brazo derecho en
alto, al retrato de Francisco Franco que colgaba en la pared. Se intenta así
enmendar el incidente aunando esfuerzos de hermandad y moral (algo quebrada por
el incidente) al unísono.
Miguel de Unamuno, que
presidía la mesa, se levanta lentamente y dice: "Estáis esperando mis
palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio.
A veces, quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser
interpretado como aquiescencia. Quiero hacer algunos comentarios al discurso
-por llamarlo de algún modo- del profesor Maldonado, que se encuentra entre
nosotros. Dejaré de lado la ofensa personal que supone su repentina explosión
contra vascos y catalanes. Yo mismo, como sabéis, nací en Bilbao. El obispo , dice Unamuno, señalando al obispo de Salamanca-, lo quiera o no lo quiera, es
catalán, nacido en Barcelona. Pero ahora acabo de oír
el necrófilo e insensato grito "¡Viva la muerte!" y yo, que he pasado
mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las
comprendían he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja
me parece repelente. El general Millán-Astray es un inválido. No es preciso que
digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero
desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no
nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa. Un
mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que
encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su
alrededor."
En ese momento Millán-Astray
exclama irritado "Muera la intelectualidad traidora" "Viva la
muerte" aunque por el gran alboroto del público no se percibió esa frase,
que fue solo oída por la gente que estaba más cerca del general, naciendo así
la leyenda de que realmente dijo:"¡Muera la inteligencia! ¡Viva la
muerte!"(leyenda que nace de las declaraciones de Serrano Suñer el cual no
se encontraba en la universidad), aclamado por los asistentes. El escritor José María Pemán, en un intento de calmar
los ánimos, aclara: "¡No! ¡Viva la inteligencia! ¡Mueran los malos
intelectuales!".
Miguel de Unamuno, sin
amedrentarse, continúa: "Éste es el templo de la inteligencia, y yo soy
su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque
tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que
persuadir, y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en
la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho."
A continuación, con el público
asistente encolerizado contra Unamuno y lanzándole todo tipo de insultos,
algunos oficiales echaron mano de las pistolas... pero se libró gracias a la
intervención de Carmen Polo de Franco, quien agarrándose a su brazo lo
acompañó hasta su domicilio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario