Gayo
Valerio Catulo, el primer poeta lírico en Roma, amó a Clodia,
una
mujer casada, que le engañó a la primera de cambio dejándole
destrozado.
Él
se vengó a su manera, la siguió amando a su manera,
que fue dedicándole
unos versos que le dieron fama hasta el día de hoy. ¿Quién se acuerda
de aquella Clodia sino por el nombre (Lesbia) que le dio su amante?
unos versos que le dieron fama hasta el día de hoy. ¿Quién se
de aquella Clodia sino por el nombre (Lesbia) que le dio su amante?
Desgraciado
Catulo, deja de hacer locuras,
y lo
que ves perdido, por ello dalo.
Brillaron
para ti en otro tiempo blancos los soles,
cuando
acudías allá donde quería una muchacha,
amada
por nosotros como no será amada ya ninguna.
Eran
entonces aquellas tantas diversiones
que
deseabas tú y que ella no rehusaba.
Brillaron,
sí, para ti blancos los soles.
Mas
ella ya no quiere, y tú -reprime la pasión-
tampoco
quieras,
ni
vayas tras quien huye, ni vivas desgraciado,
sino
que, duro el ánimo, tente firme. No sientas.
Adiós
muchacha, Catulo ya no siente.
Pues
que no lo deseas, ya no te irá a buscar
ni
te hará ruegos,
pero
tú sufrirás cuando nadie te ruegue.
Ay
de ti, desdichada, ¡qué va a ser de tu vida!
¿Quién
va a estar junto a ti? ¿Quién te verá bonita?
¿Ahora
a quién vas a amar? ¿De quién dirán que eres?
¿A
quién vas a besar? ¿Morderás en qué labios?
Pero Catulo, tú, condenado, no sientas.
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