¿Da el dinero la felicidad? Si queremos ser rigurosos, habría que definir primero qué entendemos por felicidad. Pero profundizar en eso nos llevaría mucho tiempo y no es fácil ponerse de acuerdo sobre un concepto tan discutible. Por lo tanto vamos a aceptar aquí el concepto vulgar de felicidad: tener salud, un trabajo bien remunerado, una familia unida y acogedora, buenos amigos, cierto reconocimiento social, una vivienda agradable, poder viajar o ir de vacaciones, gozar de equilibrio mental y emocional, relacionarse bien con los demás, etc.
Por debajo del nivel de supervivencia es muy difícil que una persona normal pueda ser feliz, pues primero hay que poder comer y tener las necesidades básicas cubiertas para no vivir permanentemente angustiados por la inseguridad. Sin embargo, la influencia de los ingresos económicos sobre la felicidad sólo es relevante hasta cubrir las necesidades básicas y disponer de unas seguridades mínimas, tanto materiales como afectivas.
A partir de aquí no está demostrado que la influencia del dinero sobre la felicidad sea determinante. Es decir, “a más dinero, más felicidad” es una afirmación falsa. Superado el nivel de supervivencia, lo que sí parece indudable es que el conocimiento de uno mismo, la calidad de nuestras relaciones personales y con la naturaleza, el equilibrio mental y emocional y el emerger de nuestros valores esenciales (amor, bondad, compasión, paz interior) sí producen un incremento notable de nuestro estado de felicidad, hasta el punto de poder ir mucho más allá del concepto vulgar de ésta.