Hay dos voces de soprano que considero tan diferentes a las demás que resultan inimitables. Me gusta el brío de Netrebko, la perfección de Georghiu y así con todas, pero hay dos que me suenan distintas siempre, reconocibles en cualquier grabación.
Me refiero a María Callas y la oscuridad de su voz que nos hace temblar de emoción sin saber por qué. La segunda es todo lo contrario, una voz que parece a punto de romperse en esos altos siempre sostenidos, como una bella y fina copa de cristal que nos impresiona por su belleza: Gundula Janowitz.
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