lunes, 12 de enero de 2015

María Callas

En cierta ocasión tuve la oportunidad de ver en televisión dos recitales de María Callas en Hamburgo, uno realizado en 1959 y otro en 1962. La diferencia era enorme. En el primero era una mujer vestida de un modo austero, trágica, con el gesto grave y ese ceño permanente que podía llegar a tener. En 1962 era otra mujer sonriente, elegante, con un traje escotado, un collar que lucía.
Pero en 1959 tenía una voz impresionante y tres años después la voz no le llegaba como antes.... Fue en 1959 cuando abandonó a su marido Meneguini, quien le había impulsado a la fama, por ese señor bajito y feo aunque irresistible que le dio lo que otros no habían sabido arrancar de ella: la sensación de ser mujer. Era Onassis, un millonario totalmente insensible a la ópera, por el que dejó la música durante largo tiempo hasta que la echó de menos. Pero al volver, el tiempo le había cobrado factura.
Cuando murió a los 54 años en París se decía que escuchaba incansablemente los discos que había grabado tiempo atrás, sin comprender cómo había llegado a cantar así.




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