En cierta ocasión tuve la oportunidad de ver en televisión dos recitales de María Callas en Hamburgo, uno realizado en 1959 y otro en 1962. La diferencia era enorme. En el primero era una mujer vestida de un modo austero, trágica, con el gesto grave y ese ceño permanente que podía llegar a tener. En 1962 era otra mujer sonriente, elegante, con un traje escotado, un collar que lucía.
Pero en 1959 tenía una voz impresionante y tres años después la voz no le llegaba como antes.... Fue en 1959 cuando abandonó a su marido Meneguini, quien le había impulsado a la fama, por ese señor bajito y feo aunque irresistible que le dio lo que otros no habían sabido arrancar de ella: la sensación de ser mujer. Era Onassis, un millonario totalmente insensible a la ópera, por el que dejó la música durante largo tiempo hasta que la echó de menos. Pero al volver, el tiempo le había cobrado factura.
Pero en 1959 tenía una voz impresionante y tres años después la voz no le llegaba como antes.... Fue en 1959 cuando abandonó a su marido Meneguini, quien le había impulsado a la fama, por ese señor bajito y feo aunque irresistible que le dio lo que otros no habían sabido arrancar de ella: la sensación de ser mujer. Era Onassis, un millonario totalmente insensible a la ópera, por el que dejó la música durante largo tiempo hasta que la echó de menos. Pero al volver, el tiempo le había cobrado factura.
Cuando murió a los 54 años en París se decía que escuchaba incansablemente los discos que había grabado tiempo atrás, sin comprender cómo había llegado a cantar así.
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