miércoles, 27 de mayo de 2015

Sinfonía de "Los adioses"

El cuarto movimiento de la sinfonía de "Los adioses" de Haydn es muy conocido por el hecho de que los músicos (en esta grabación a partir del minuto 4.30) se van marchando de la orquesta hasta que al final queda el director con el primer violín tan solo.
Hoy la cuestión se toma a broma pero en 1772, cuando la compuso y representó ante su mecenas, el príncipe Esterhazy, Haydn, hombre sencillo, agradable y feliz, se jugó el puesto.
La orquesta del príncipe, que Haydn dirigía, estaba muy descontenta porque les era imposible tener consigo a sus mujeres e hijos, además de no poder disfrutar de un período de vacaciones durante años. El príncipe, para el que los músicos eran como lacayos, odiaba la presencia de niños y alboroto en sus salones.
Este descontento había causado la desafección de algunos de los músicos. Haydn, delante de su mecenas, representó esta situación. El momento debió ser muy tenso. Toda la orquesta y su director se jugaban el puesto y el sustento de sus familias en aquella protesta "sindical".
Esterhazy cedió finalmente y les concedió unas merecidas vacaciones a todos. Haydn, hombre siempre lleno de fe en Dios y bondad de corazón, ganó la partida.


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