'Hermanitas: Todos los minutos, todas las horas, todos los días, os veo sumisas y esclavas, escarnecidas, humilladas, como si cargarais a cuesta la pesada cruz del cristo de la leyenda. Y yo, hermanitas, os quisiera ver hurañas, rebeldes, anarquistas, cantoras de vuestras rabias, glosadoras de vuestro dolor, descriptoras de vuestros ensueños'.
A finales de 1909 una señora vestida de riguroso luto, velo incluido, circula por Buenos Aires con una niña pequeña en brazos. Nadie osa importunarla en su dolor. Además, las autoridades están muy ocupadas buscando a una peligrosa anarquista empeñada en construir un mundo nuevo. Una tal Juana Rouco Buela.
La tal Juana Rouco Buela circula por Buenos Aires desarrollando su actividad revolucionaria vestida de riguroso luto, velo incluido, con su sobrina en brazos. No es la primera vez que da esquinazo a la policía, hace apenas dos meses ha dejado en ridículo a la policía de Montevideo escapando disfrazada de hombre. El periodista Leoncio Lasso de la Vega se pone cachondo en el diario 'El Día' y relata los hechos rimando: 'Es cosa que desconsuela / ver que se vuela la Buela / con tanta descortesía / que es como si en este día / le arrancaron una muela... / o dos, a la policía!'.
Juana Rouco Buela, nacida el 19 de abril de 1889, era hija de familia gallega emigrada a Madrid que al quedarse huérfana de padre a los 4 años de edad se embarcó con su madre a la Argentina, donde las espera el hijo mayor. No puede ir Juana a la escuela, que tiene que ir a la fábrica y aportar su mísero sueldo a la familia. Y se hace una pregunta: ¿para qué queremos libros y periódicos si no sabemos leer ni escribir? Al salir de la fábrica se pasa por los centros obreros a aprender a leer y escribir, que la conciencia ya le ha crecido a base de golpes.
Una Juana con apenas 15 años cumplidos participa en la manifestación del 1º de Mayo de 1904. La policía carga a tiros. Juan Ocampo, marinero de 18 años, cae muerto. Mientras velan el cadáver en el local de la Federación Obrera de Argentina (FORA) irrumpen varios agentes que secuestran y desaparecen su cuerpo. Juana decide poner su vida al servicio de la vida. Juana es libertaria.
En 1907 es una de las fundadoras, junto a Virginia Bolten, Teresa Caporaletti y María Collazo, del Centro Femenino Anarquista. Las mujeres anarquistas serán las grandes organizadoras de la Huelga de Inquilinos de ese mismo año. Los propietarios han subido desmesuradamente los alquileres de los conventillos y ante la imposibilidad de afrontar gastos empiezan las detenciones y los desalojos.
Los conventillos son antiguas mansiones señoriales abandonadas durante la epidemia de fiebre amarilla de 1871. Las grandes familias se trasladaron a La Recoleta o Retiro y con las sucesivas oleadas de inmigrantes compartimentaron sus antiguas mansiones para forrarse con los alquileres, hacinando hasta a 150 personas en cada casa. Ya en 1880 había 1.770 conventillos en Buenos Aires.
Cuando empiezan los desalojos son los anarquistas los que organizan campamentos de acogida y transporte gratuito para acarrear pertenencias. Y se produce un hecho insólito. Las mujeres toman las riendas de la huelga. Armadas con escobas, un grupo de mujeres de un conventillo de La Boca, con sus niños, barren a escobazos a policías, agentes judiciales y caseros. El ejemplo cunde y se extiende por la capital y todo el país. La escoba se convierte en un símbolo. 'Barramos con las escobas la injusticia de este mundo', dice Miguel Pepe, un chaval de 15 años, en una reunión. La policía irrumpe, lo agarra y lo fusila delante de sus vecinos, para dar ejemplo.
El ejemplo lo vuelven a dar las mujeres, que se turnan transportando a hombros el féretro con el cuerpo de Miguel, recorriendo la ciudad, sumando más mujeres barrio a barrio hasta la Chacarita. Juana es de las que marchan al frente. La policía se queda con su cara y le aplican la Ley de Residencia, aprobada en 1902 para poder expulsar a tanto inmigrante rojo y anarquista. A Juana, tiene 18 años, la mandan para España. A Virginia Bolten y María Collazo las devuelven a su Uruguay natal.
En Barcelona conocerá a Teresa Claramunt, la Escuela Moderna de Ferrer i Guàrdia y la cárcel, antes de ser expulsada. Tras un peregrinaje por Francia, Italia y Suiza trabajando de planchadora, embarca para Uruguay, para reunirse de nuevo con Bolten y Collazo y fundar el periódico 'La Nueva Senda'.
El 13 de octubre de 1909 fusilan a Ferrer i Guàrdia en Barcelona, mientras en Montevideo hay una gran concentración de repulsa ante tal ignonimia. Juana está entre el público asistente, el público la reconoce y la lleva en volandas al escenario. Quieren oirla. Y la oyen, como cada vez que ha tomado la palabra contra la injusticia. El público se enciende y se planta ante la embajada española para pedir explicaciones. La policía busca a Juana para pedirle explicaciones, que a ver si se calla. Les da esquinazo vestida de hombre, cruza la frontera de vuelta a Buenos Aires y ante el acoso policial pasa una temporada circulando vestida de riguroso luto con su sobrina de dos meses en brazos, acostumbrada como está a llevar el futuro en su regazo, preparando la huelga general de 1910.
La represión contra los huelguistas será brutal y la persecución contra el movimiento anarquista encarnizada, con detenciones, asesinatos y deportaciones. Juana es extraditada a Uruguay y pasará un año en la cárcel. Al salir tiene la capacidad de movimientos muy limitada y en 1914 decide que se va a París. No tiene dinero, así que se cuela de polizonte en un barco. La descubren y la apean en Brasil. Las autoridades brasileñas no saben cómo quitársela de encima, que siempre va alborotando.
Y vuelta a Argentina, a propagar la idea por el interior del país, que se avecinan tiempos oscuros, con la Semana Trágica de 1919 y la Década Infame en el horizonte. Frente sindical, conferencias, lucha por los derechos de la mujer, fundación del Centro de Estudios Sociales Femeninos y creación de varios periódicos que invariablemente van cerrando bajo amenazas de todo tipo, incluyendo atentados.
La primera etapa de ‘Nueva Tribuna’, dos años, acaba cuando, viendo que Juana no cede ante las presiones sobre su persona,, la policía visita la imprenta y les explica que con tanto papel aquello puede arder en cualquier momento. La segunda etapa, aún más corta, termina cuando la redacción es visitada por un grupo paramilitar vaciando cargadores.
El movimiento anarquista masacrado y seccionado tras la huelga de 1919 recibe el tiro de gracia, muchas veces literalmente, tras el golpe de Estado del general Uriburu. Juana, madre de dos hijos, no se rinde, convirtiendo su casa en refugio de perseguidos y organizando actos de ayuda a la II República española tras el golpe de Estado fascista.
Siguió luchando por los derechos de la mujer y se la soplaba Perón y el nacionalismo. En 1964 escribió su autobiografía, 'Historia de un ideal vivido por una mujer' y en 1969, cumplidos los 80 de amor a la vida, moría en Buenos Aires bajo otra dictadura, esta vez la del general Onganía
'No os deis por vencidas, hermanitas. Haced de vuestras lágrimas un buril, de vuestros clamores una piqueta, de vuestros sollozos una proclama y lanzaos en la lid de vuestras reivindicaciones emancipatorias. Poned vuestras protestas bajo las alas de la anarquía y marchad a conquistar la vida que os pertenece, que es vuestra, porque la habéis soñado bella, poética, amorosa'.