domingo, 6 de octubre de 2019

The Wall

El próximo 30 de noviembre se cumplirán ya 40 años de la publicación de “The Wall”, uno de los hitos de la cultura contemporánea creado por una de las más ingeniosas bandas de rock progresivo que ha dado la historia. 40 años atrás, su temática ya predijo hacia dónde se encaminaria la sociedad. Hoy, 40 después, su contenido corrobora cómo nos encontramos y hacia dónde nos dirigimos.
Y es que la música, como dice el filósofo Vladimir Jankélévich, “tiene el poder de evocar lo que con palabras sería imposible de comunicar. Nos hace ver lo invisible a través de los sonidos. Nos ayuda a percibir con más nitidez. A sentir plenamente. A veces, nos golpea para despertarnos. Es una forma de conocer las cosas de manera más profunda que cualquier discurso”. La música, por tanto, es capaz de derribar cualquier muro y de abrir todas las puertas de la libertad. Por eso amo tanto la música. Por eso administro un grupo en Facebook dedicado a ella, porque todos sus estilos, por diversos que sean, ayudan a comprender la vida, la sociedad y las personas. Como bien dijo Friedrich Nietzsche: "Sin música la vida sería un error."
“Así es The Wall, una fuerte estructura sonora y lírica que nos obliga a reflexionar sobre las barreras y muros que nos separan, y que construimos para protegernos de un imaginado enemigo que nos aprisiona en nuestra propia fortaleza. Son muros aislantes, que hacen imposibles los lazos de solidaridad y los vínculos afectivos..." y sin los cuales es imposible comprender el mundo y tomar conciencia de sus problemas y necesidades. Lamentablemente nos quieren inocular el miedo a esa libertad. En base a ello saltan muchas preguntas...
"¿Vivimos en un mundo dónde cada cual busca el interés más mezquino sin preocuparse por los demás? ¿Permanecemos insensibles al dolor ajeno? ¿Nos sentimos cómodos en nuestro aislamiento respecto a los que no son como nosotros? Estas y otras más son preguntas que se plantea The Wall."
Y es que "y más allá de los ideales y de las utopías, las múltiples falsas realidades que vivimos nos incitan a una existencia cada vez más perniciosa, que nos conduce a construir muros físicos y mentales, éstos últimos más dañinos y peligrosos" pues son intangibles. A medida que nos sentimos más vulnerables, vamos añadiendo más ladrillos a nuestra gran muralla de incomprensiones y debilidades, hasta convertirnos en precarias fragilidades a expensas de cualquier derrumbe. Vivimos como esclavos dentro de una sociedad liquida en la cual somos fácilmente digeribles, como bien decía el sociólogo Zygmunt Bauman. Este tipo de atmósferas son las ideales para dar lugar a los fascismos que están tan bien expuestos en The Wall. Es la dinámica de una realidad liquida que nos engulle silenciosamente ante las incompetencias y fragilidades y en cuyo frente aparece, como única salida, esa necesidad de orden y control. Recordemos las palabras del historiador de economía Karl Polanyi: “En tiempos inciertos y sin sentido, desesperados, donde el afán de lucro aplasta los vínculos sociales de reciprocidad, triunfan las ideologías totalitarias porque aparentemente reconfortan”... pero dentro de esta comodidad paralizante somos parte del gran rebaño insensible que se acomoda solo para consumir y sobrevivir. Es así cómo se explica la tremenda apatía social y carestía de pensamiento crítico que vemos y vivimos todos los días.





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