Una de las obras inquietantes de Goya es el "Perro semihundido", una pintura realizada sobre la pared de su Quinta del Sordo y que, posteriormente, fue trasladada a lienzo por otro pintor. Parece que en el original Goya introdujo una roca y algunos pájaros lejanos a los que mira ese perro del que no sabemos nada, ni siquiera si está hundiéndose o no.
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Se han propuesto variadas interpretaciones, desde la insignificancia del ser vivo ante el espacio que le rodea, hasta que estemos ante una obra inacabada, pasando por una posible pérdida de elementos presentes en el cuadro antes de su traslado a lienzo.
La obra, tal y como se presenta en nuestros días, supondría una ruptura de las convenciones de representación pictórica, donde habría desaparecido desde la ilusión de perspectiva hasta el paisaje mismo. Así, el perro de Goya sería una muestra de extrema libertad del tema en la pintura. Un simple espacio de color, con el elemento mínimo de una cabeza de poco tamaño, definida con vigorosos trazos en negros, blancos y grises en relación con los planos ocres, de textura orgánica, de un cuadro que insiste en su verticalidad, mediante la dirección de la mirada del can y el amplio plano vacío sobre el perro. El cuadro, de este modo, prefiguraría la abstracción y el surrealismo en pintura, como ya lo había hecho Goya con respecto a otras corrientes pictóricas de las vanguardias, como el impresionismo, o el expresionismo.
Fue admirado por su coterráneo Antonio Saura, que lo calificó como «el cuadro más bello del mundo». Rafael Canogar mostró su devoción por el que llamó «poema visual» y lo califica de primera obra pictórica simbolista de Occidente.
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