domingo, 5 de abril de 2015

Camille Claudel

En la Navidad de 2007 acudí a una exposición en Madrid sobre la obra de Camille Claudel. Sabía que había mantenido una relación tormentosa con Rodin (vi la película con Isabelle Adjani y Depardieu), poco más.
Paseé por la exposición, que era impactante, ausente de figuras amables. En los trazos a veces tan toscos, en los rasgos que parecían esculpidos a golpes, se sentía una pasión que te alcanzaba como espectador.
Me detuve en la que se consideraba su mejor obra, "La edad madura", con una figura (¿ángel, demonio?) que aparta al hombre viejo de la joven que llora, humillada e impotente, a sus pies. Fue su hermano Paul quien dio la fácil versión de que representaba a Rodin y su mujer frente a su hermana arrodillada. Pero era algo más, cómo el tiempo te aparta de la juventud y sus goces, del amor y la ilusión.

Luego supe de su terrible final, 30 años en un manicomio en el que le encerraron su madre y hermana (Paul siempre lejos), años en que ya no volvió a esculpir nada como una forma de protesta a su situación. También supe que fue enterrada en una fosa que desaparecería con los años. Cuando los descendientes de su hermano acudieran, con la obra de su tía resucitando y adquiriendo fama, se encontrarían que sus huesos habían desaparecido por una obra de ampliación en aquel modesto cementerio.
Foto de su juventud y otra, pocos años antes de morir en 1943.




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