Decía el otro día que Bach fue
prácticamente olvidado durante 75 años. Desde que murió sus propios hijos lo
consideraron arcaico frente a los nuevos sonidos del rococó, parte final del
barroco, en el que ellos eran protagonistas o como lo fue Mozart poco después,
justo antes del romanticismo que empezara con la obra de Beethoven.
Fue un discípulo de un discípulo del
viejo Bach el que confió al joven Mendelshon el valor de aquel maestro. Cuando
éste dirigió una Pasión según San Mateo en 1929, de
repente todo el interés explotó y se dieron cuenta de la indiscutible
modernidad de la obra de Bach.
En su música instrumental destacan los
conciertos de Brandeburgo, por ejemplo, o sus suites orquestales. Hay temática
original pero dentro de unas formas que ya habían establecido Vivaldi, Corelli
y demás. En ellas el violín alcanzaba un grado de virtuosismo difícil de igualar.
Cuando Bach era de mediana edad los violeros italianos, con Stradivarius a la
cabeza, construían unos instrumentos insuperables.
Fue entonces cuando Juan Sebastián
Bach mostró sus deseos de ir más allá de todo lo conocido hasta entonces. El
violín siempre se había acompañado por un bajo continuo en forma de piano, por
ejemplo. Él lo dejó solo en el escenario forzándolo a mostrar una capacidad
polifónica desconocida en un instrumento incapaz de dar varias notas a la vez.
Todo esto se demuestra brillantemente
en la Partita nº 2 tal como la interpreta hoy en día Maxim Vengerov justamente
pulsando su violín Stradivarius. Obsérvese las distintas "voces"
(grave, aguda) que consigue jugando con la interrupción rapidísima de las notas
que parecen crear dos tonos simultáneos.
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