miércoles, 1 de junio de 2016

Rocío Jurado

Hoy hace 10 años se nos moría María del Rocío Trinidad Mohedano Jurado. Sí, qué pasa, a mí también se me moría la Jurado. Por encima de caricaturas y cuitas familiares de nulo interés está la mujer que te araña por dentro y te hace saltar las costuras. La hija de Fernando y Rosario, zapatero y ama de casa, gente humilde, aficionado al cante él, aficionada a la canción española ella, y claro, la niña se subía a un bordillo y se echaba a cantar, que es como algunos echan a volar por aquí abajo.
Más allá de los vestidos imposibles y la finca Yerbabuena hay mucho barrio en aquella niña que a los 15 años, huérfana de padre, ayudaba en casa yéndose al campo a recolectar fruta. La niña de los premios, la llamaban, que era presentarse a un concurso de canción y lo ganaba en aquellos tiempos de historias de la radio. Ganó el primer premio de Radio Sevilla, un par de medias, una gaseosa y 200 pesetas que se gastó comprando zapatos para ella y sus hermanos.
Y la niña se hace mujer. Mucha mujer la que luce en Estudio abierto de José María Íñigo allá por el 1972, provocando carreras y síncopes por los pasillos de Prado del Rey, El Pardo y sacristías varias. 'Exhibición de taberna portuaria', reza el diario 'Arriba'. Luego ya se vendrían las canciones del gran Manuel Alejandro, la copla hecha tsunami que te arrastra, honduras del jondo...en fin.
La Jurado sigue siendo las casetes de mi tía Isabel en su piso del barrio del Carmen de Valencia sonando las mañanas de verano haciendo limpieza. O la Rosario saliendo al balcón de su casa del pueblo para arrancarse a cantar. Todas las vecinas de la calle salían a escuchar. Rosario se nos murió demasiado pronto y diría que desde entonces esa galería siempre ha estado nublada, como si a la luz le costara volver.
Ayer, el hijo pequeño de la Rosario y el Antonio me cortó el pelo en la barbería de toda la vida de mi pueblo, tal como tantas veces hizo antes el Antonio, desde que yo era crío, mientras cerraba los ojos al cosquilleo en mi cabeza y las canciones de la radio que siempre tenían encendida.

Y será por eso o por otra cosa que pensé en Rosario y en la Jurado, que volvía a agarrarme por dentro y a sacudirme un poco, que siempre va bien que te recuerden que tienes un cuerpo que anda vivo, gracias en parte a voces y a canciones escritas en una mesa de un café de las Ramblas de Barcelona, donde estaban de palique Rafael de León, Miguel de Molina y Federico García Lorca...ven y tómame mis labios, que yo fuego te daré...ojos de albahaca de Puente Genil...

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