Yo creo en el valor de todo.
En el valor de todos los días, porque os aseguro que hay manos capaces de curar heridas con una sola caricia, y noches baratas con un valor incalculable en risas y amor.
Yo suelo viajar mucho, pero empiezo a pensar que los mejores viajes son también un buen abrazo en los brazos correctos. Que la esperanza puede ser una carrera por la cuerda floja si te encuentras sólo, o un paseo en barco si te anima tu propia tripulación. Y que no existe mejor destino que una mirada de apoyo.
Yo si creo que los bienes son importantes siempre que tengas con quien compartirlos, pero que, de lo contrario, todas las cifras suman cero. Amigos míos, que el “tanto tienes, tanto vales” es el refrán más incierto del mundo, porque quien sólo te valora por lo que posees, realmente jamás te ha querido....
Yo si he conocido el lujo de poder compartir mi vida con quienes me hacen sentir rico por lo que soy. Por eso, prefiero que me quieran sin fortuna, sin regalos y, especialmente, sin mentiras.
Que me quieran en los doce segundos que dura una carcajada y en los sesenta días que dura un desamor. Que me quieran en lo bueno y me quieran en lo malo. Con el mejor de mis ropajes, sin estúpidas caretas y totalmente desnudo de complejos.
Que me quieran mucho y que me quieran fuerte, pero, sobre todo, que me quieran bien.
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