sábado, 14 de abril de 2018

Amaba dormitar debajo de un roble y se entretenía en custodiar cada una de las estrellas que veía allá arriba. 

Con precisión les inventó nombres y las hizo hijas suyas, con cuidado, para no despertar malentendidos, que esos despiertan al mínimo ruido y tardan demasiado en volverse a dormir.


Y como hijas suyas las peinaba con poesías inventadas que hablaban de la dulce melancolía de un sueño que por cumplirse sin cesar dejaba de ser sueño a cada instante.


Y como hijas suyas, le obsequiaban con el sonido que hace una estrella al volverse fugaz.


Deseo incluido.



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