viernes, 26 de junio de 2015

Guy Debord

Leía ayer un libro de Guy Debord un filósofo francés que desarrolla las tesis marxistas a partir de la nueva mercancía con la que el hombre se relaciona con la realidad: la imagen como sustento de una sociedad del espectáculo.
El libro me ha resultado bastante incomprensible pero me quedo con una frase: "Hemos pasado del ser al tener y del tener al parecer".
La distinción entre "ser algo" y "aparentar algo" está ya en los griegos y es un tema permanente: ¿un político es honesto o aparenta serlo? ¿no somos todos actores y deseamos aparentar lo que somos y, más frecuentemente, lo que no somos? ¿no construimos una apariencia propia como una armadura que nos defienda en la sociedad o que nos permita conseguir nuestros fines?
Sobre este tema me planteo dos preguntas:
1. Vivir en un mundo de apariencias, sustituir la realidad por su imagen ¿no es algo inevitable en una cultura de masas, cuando hay que comunicarse con una gran cantidad de personas? Si quiero que un libro mío sea conocido, no basta que sea bueno. Además es necesario transformarlo en mercancía de consumo, en imagen, para darlo a conocer a los potenciales lectores. Y lo mismo las empresas y toda forma de comercio.
2. Por otro lado, siempre partimos de la idea casi mítica de que hubo un tiempo anterior en que el valor de algo estaba marcado por su "ser ese algo". ¿Hubo un tiempo en que lo importante en las relaciones humanas era "ser" honesto, "ser" culto, "ser" amable? o bien ¿no hemos aparentado siempre desde que el mundo es mundo? Por ejemplo, cuando decimos: la mujer del César no sólo tiene que ser honesta sino parecerlo. ¿En qué tiempo el "ser algo" fue más importante que "parecerlo"? ¿Entre los griegos, que trataban de encontrar lo real de las cosas (Sócrates) frente a la apariencia de esas cosas (sofistas)?

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