domingo, 31 de julio de 2016

Otros infiernos

—Yo no soy Dante —me dijo Pablo— pero también he conocido mi propio infierno. Es mucho más sencillo, no tiene demonios, ni almas ardiendo en el fuego eterno. Es un lugar triste y desolado, alejado de los placeres de la vida, un desierto. Caminamos por él lentamente, encorvados, sin rumbo, nuestros cuerpos consumidos y sin esperanza.
Para estar en este infierno no es necesario estar muerto; tiene sus propios demonios, disfrazados de seres humanos que son tal vez padres, esposos, hijos, amantes; ellos seleccionan fríamente a qué lado nos colocarán. No creo en otro infierno. El infierno está aquí, en este mundo, entre los vivos, algunos lo habitamos. Nos llaman, irónicamente 'refugiados'.

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