domingo, 13 de mayo de 2018

Leyendas de Irlanda

Después de sucumbir a una extraña fiebre en 1705, la mujer irlandesa Margorie Mccall fue enterrada apresuradamente para evitar la propagación de una posible enfermedad contagiosa. Margorie fue enterrada con un valioso anillo, que su marido había sido incapaz de quitarle, debido a la hinchazón. Esto hizo a la muerta un objetivo muy valioso para los ladrones de cuerpos, por doble partida, podían cobrar el cuerpo y el anillo.

Una noche después de que Margorie fuera enterrada, antes de que el suelo se hubiera asentado, los ladrones de tumbas se mostraron y comenzaron a cavar. Incapaces de sacar el anillo del dedo, decidieron cortarlo. Tan pronto como la sangre empezó a fluir, Margorie despertó de su coma, se sentó y gritó.


El destino de los ladrones de tumbas sigue siendo desconocido. Unos dicen que los hombres cayeron muertos en el lugar, mientras otros dicen que huyeron y nunca volvieron a ejercer su profesión.
Margorie salió del agujero y regresó a su casa. En este momento su marido y sus hijos estaban dentro, también estaba el médico de la familia.


Su esposo John oyó un golpe a la puerta y dijo a los niños: " si tu madre estuviera viva, juraría que era su toque."
Cuando abrió la puerta y encontró allí a su esposa, vestida con su ropa del entierro, la sangre goteando de su dedo pero muy viva, cayó muerto. Fue enterrado en la tumba que Margorie había dejado vacante.
Margorie volvió a casarse y tuvo más hijos. Cuando finalmente murió, fue devuelta al cementerio de Lurgan (Irlanda), dónde su lápida sigue en pie. Lleva la inscripción " vivió una vez, enterrada dos veces"




Campanilla

Para todas aquellas Campanillas que saben reconocer al Peter Pan del cuento. Para ellas van estas palabras. Para ellas y para todos los Peter Panes que son capaces de ver el polvo de estrella de una Campanilla.
Porque aunque nos empeñemos en fustigar el cuento de la Vida en pro de la "realidad" más aburrida... siempre quedará espacio para la magia, la queramos hacer nuestra o no.
Entonces... desde mi más absoluta admiración, me quito el sombrero por todos los que empuñamos la varita mágica de los momentos y construimos castillos de colores en un granito de arroz.



jueves, 10 de mayo de 2018

Lago Natron

Ave petrificada en el lago Natron. 

Este lago, situado al norte de Tanzania haciendo frontera con Kenia, tiene tal cantidad de sales y minerales que hace que la vida en él sea prácticamente imposible, es más, muchos animales acaban convirtiéndose en estatuas de sal conservadas de una forma, a mi parecer, bella. 

La fotografía es de Nick Brandt, un fotógrafo inglés que desde 2001 se embarcó en distintos proyectos sobre la vida y muerte en África teniendo a los animales como principales protagonistas.


miércoles, 9 de mayo de 2018

RELLANO

Siempre había sido muy difícil saber sus intenciones. Decían de ella que si la encontrabas en un rellano de una escalera, no sabias nunca si subía o si bajaba. Así ha estado. Desde que tuvo el propósito de no volver a mostrar a ninguno su voluntad con claridad, se está todo el día plantada en el rellano del segundo piso. De allí no la mueve nadie. Los niños del tercero, cuando bajan por la mañana para ir a la escuela, ya coinciden con ella. Cuando el vecino del cuarto sube a casa al regreso del trabajo, la saluda ritualmente. Ninguno podrá saber, si sube o si baja, pero ella seguirá sonriendo, complaciente, mientras va viendo como baja y sube todo el mundo.


lunes, 7 de mayo de 2018

Shusaku Takaoka

Diseñador gráfico japonés Shusaku Takaoka 



LA COLONIA DE FLOR DE DURAZNO

Es una fábula escrita por Tao Yuan Ming en el año 421 dc. La historia describe como un pescador, navegando a lo largo de un río, descubre por casualidad una gruta y atravesándola encuentra un bosque formado de melocotoneros en flor donde en suelo estaba cubierto por las flores de durazno. Allí viven una serie de personas que llevan una existencia ideal en armonía con la naturaleza y totalmente ajenos al mundo exterior. A pesar de ser bien recibido y haber prometido no revelar la existencia de la colonia, al partir dejó marcado el camino con signos. Habló sobre ello e intentó repetidamente volver a encontrarla pero nunca lo consiguió.
Arriba tenemos una primera representación de la fábula que se encuentra en el corredor largo del Palacio de Verano en Beiging.
Más abajo tenemos otra representación actual del artista Yang Yongliang.



viernes, 4 de mayo de 2018

Así como queriendo dejar caer las palabras en la más absoluta de las nadas le susurró al otro lado de su cuello que si alguna vez pudo ofrecer la mitad de su noche fue a ella. Insistió en recordarle que cualquiera de sus sonrisas de media noche, por muy entre sueños que fueran, duraban hasta el amanecer y dejaban una semilla de años en aquella habitación. Le dijo marcando su nuca con un beso que amaba su libertad de ir, la de venir y la de quedarse si hiciera falta, que le resultaba fácil hacerlo porque no había nada como ver sus alas batir al volar. Le explicó a qué huele la brisa que deja al pasar y todo lo que trae con ella, una mezcla entre provocación y dulzura de lo más acogedor.

Sin duda jamás sería suya pero, le dijo abrazándole, eres bella en libertad y sería una crueldad que fueras de alguien que no fueras tú. 


Pensó que si existiera una rama con la que subir al cielo llevaría su nombre y cortarla sería dejar morir el árbol que la sostiene.


Ella sonrió.


Él se guardó esa sonrisa hasta el amanecer.







martes, 1 de mayo de 2018

Elogio a la calma


Cada viaje es una historia, y cada pasajero la vive de distinta manera. Hay quienes se desplazan por trabajo y los hay que lo hacen por placer. Hay veces en que el que se sube a un tren va con prisas pues debe atender una urgencia impostergable y otras, en cambio, en que su desplazamiento podría demorarse sin que vaya a pasarle nada. Los rituales son semejantes en todos los lugares del mundo: el billete, la estación, el andén, el destino, el equipaje, la despedida, el encuentro. Los trayectos pueden ser cortos o largos. Siempre pasa algo: vas de un lado a otro. Y, sin embargo, también podría decirse que no ocurriera en verdad nada. El tiempo se suspende cuando cada cual ocupa su asiento y el tren inicia su recorrido. Se abre entonces un paréntesis. Los paisajes van cambiando por la ventanilla, pero lo más próximo, lo cercano, permanece igual.

Lo que ocurre en el tren no ocurre en otros medios de transporte, quién sabe si por la regularidad que transmite su movimiento. No hay turbulencias, no hay cambios rotundos de velocidad, no hay posibilidad alguna de cambiar de derrotero. Los rieles imponen el recorrido y, de alguna manera, marcan el ritmo. Ya sea ahora o hace cien años, se viaje a velocidad de vértigo o se circule con una majestuosa lentitud, el sosiego es la nota predominante. Ahí en los vagones, los pasajeros no tienen otra que abandonarse y dejarse llevar. Hay un punto de salida y un punto de llegada, quizá haya paradas intermedias. Y poco más.

El sosiego, la bonanza, la tranquilidad, la placidez. El reino de la calma. Los trenes están llenos de historias. De historias suspendidas y de historias imprevisibles. Cuando no pasa nada, sólo ocurre que te desplazas, has interrumpido el ritmo habitual de tu vida, cambias de lugar. Incluso los que han viajado en las peores condiciones, hacinados y desesperados, conservaban en el tren la quietud del desplazamiento. Pero también hay margen para que irrumpa el azar. Un encuentro casual, una nueva relación, la fugaz imagen de un paraje, un descubrimiento: pensabas que sólo ibas de un lado a otro, y el viaje te ha cambiado la vida.

El abanico de emociones del viajero puede ser muy variado. Alegría, melancolía, tedio, tristeza, pasión, inquietud, nerviosismo. Lo que hace el tren es tamizar cualquier exceso y vaciarlo en esa atmósfera de sosiego. Por eso tiene una medida especial: la medida de lo próximo, la medida de lo humano.

Ahora quieren que las pareja ya no se besen en las despedidas ferroviarias. Están dispuesto a terminar con esos canones y rituales que todos llevamos dentro antes de partir. Ni siquiera les conmueve retirar un acto de amor, un acto de fe, un atributo, que durante siglos acompañó al viajero. Consiguieron terminar con los pañuelos tendidos al viento por los andenes y aquella imagen cinematografica de quien se despide corriendo por el andén. Y ahora nos roban también el beso.

Pero el viajero, las emociones, el amor, prevalecerán. La vida siempre arranca en un andén de cualquier estación.