miércoles, 30 de octubre de 2013

El manisero germano

En alguna visita que hice a Alemania comprobé la gran tradición musical que hay en la enseñanza en este tipo de instrumentos  en las escuelas de música germanas

martes, 22 de octubre de 2013

Ni los santos se salvan

Cómo están las cosas que hasta los santos los tienen que enclaustrar detrás de rejas. Una foto de hace un año y una foto de ayer. Ser peregrino cada vez tiene más inconvenientes, menos mal que la fe no entiende de barrotes...



jueves, 17 de octubre de 2013

Santo Domingo de Silos

Hace cuatro años visité Burgos, Lerma y me acerqué a Santo Domingo de Silos con su claustro románico como no hay otro. A lo largo de aquel día de visita fui caminando unos 2 km hasta el desfiladero de la Yecla. Era el mes de julio y esa distancia la cubrí por el campo paseando rodeado por incontables mariposas que me fueron acompañado todo el recorrido. Al final, este desfiladero era sorprendente. En este vídeo he podido recordar perfectamente la sensación de estrechez, el tener la otra pared del desfiladero en ocasiones al alcance de la mano. Un lugar digno de ser conocido.


miércoles, 16 de octubre de 2013

Homo homini lupus

Ya lo decía Plauto: Homo homini lupus


The Child Fighters of Thailand  


Sandra Hoyn

 






domingo, 13 de octubre de 2013

La última hazaña



Buscaba grandes victorias olímpicas. De repente me he tropezado con una de las mejores victorias, sin duda, uno de los grandes momentos de los Juegos de Barcelona. El mensaje final no lo he puesto yo, que cada uno ponga el suyo.

sábado, 12 de octubre de 2013

Para amantes del barroco. Llevo un par de días escuchando este disco de Giovanni Bononcini, un autor de la primera mitad del XVIII. Famoso en su tiempo por obras como ésta, rival que fue considerado en Londres del eminente Haendel, terminaría sus días en Viena envuelto en la más completa pobreza.


miércoles, 2 de octubre de 2013

El puto autobús

Un artículo de Concha Caballero, siempre acertada en la descripción del día a día.


OPINIÓN

El puto autobús

Este modesto vehículo, al que apenas prestábamos atención, juega ahora un papel determinante en cientos de vidas

Me llama una alumna de mi instituto. Acaba de terminar el bachillerato con matrícula de honor y ha obtenido unas notas de selectividad que le permiten escoger la carrera que deseaba. Me dice que se ha matriculado en la UNED, la Universidad a Distancia, y le pregunto extrañada por qué.
—Me hubiera gustado conocer el ambiente universitario pero no va a poder ser.
Me explica que su padre y su madre están en paro. Han estado haciendo cálculos y no pueden pagar los ciento y pico euros mensuales que suponen el desplazamiento diario desde Coria del Río a la Universidad Pablo Olavide. Le contesto que no se preocupe, que estoy segura de que le concederán la beca que ha solicitado, que si no se la conceden a ella con su magnífico expediente y su situación familiar, no habrá becas para nadie.
—Ya lo sé —me contesta— pero el problema es que las becas no empiezan a pagarlas hasta febrero o marzo y no podemos adelantar ese dinero.
Le digo que hay algunos fondos para esas situaciones. Me dice que ya ha preguntado y que están saturados. Me ve tan afectada que es ella la que se dedica a animarme.
—No te preocupes. Es solo una racha de mala suerte. El año que viene será distinto. Ya verás.
A los dos días me encuentro en la puerta del instituto a una pareja de jóvenes estudiantes que terminaron también el curso pasado con estupendas calificaciones y una inesperada historia de amor. Los hacía en la Universidad pero me dicen que han venido a matricularse en el único ciclo superior de formación profesional que existe en la localidad, el de Informática. Algo totalmente ajeno a sus aspiraciones y a la orientación de sus estudios. Me cuentan exactamente la misma historia. Los pocos kilómetros que separan este pueblo de la ciudad de Sevilla se han convertido en un foso insuperable. El pago de las becas se produce con retraso y eso les obliga a adelantar un dinero que no poseen. Siento una profunda rabia.
—No pasa nada. De verdad —me dice él con más convencimiento que ella—. No vamos a perder el año. Vamos a buscar algún trabajillo y ahorrar para poder empezar la carrera el próximo curso.
Los kilómetros que los separan de Sevilla son ahora un foso insuperable
Frente a los cristales de secretaría está la madre de uno de los alumnos del centro. Tanto ella como su marido están parados desde hace más de tres años. Les pregunto si ha mejorado la situación.
—Bueno… vamos tirando. Tenemos la suerte de tener la casa pagada y mi padre se hace cargo de los gastos extras, que si unos zapatos, una equipación… nos arreglamos con muy poco.
—¡Ojalá las cosas mejoren! —le digo sin mucha convicción—.
—¡De verdad! Todos los días cuando me levanto me acuerdo de los que no tiene nada, asegura.
Me hace sonreír el optimismo histórico que nos permite sobrevivir y esa compasión que quita peso a las penas propias.
En la sala de profesores discutimos las actividades extraescolares para este curso. Mejor dicho podamos, recortamos, escatimamos las que se solían hacer en años pasados. Recordamos con humor cuándo proponían ir a Cancún o a la Riviera Maya. Ahora ir a Granada ya es un lujo y las actividades son muy modestas: visitar algún museo de Sevilla, asistir a una función de teatro o participar en la feria del libro.
—Aún así habrá alumnos que no podrán pagar el billete del autobús —nos advierte alguna compañera—.
Antes Sevilla estaba muy cerca, ahora muy lejos. El modesto autobús al que apenas prestábamos atención juega ahora un papel determinante en cientos de vidas. Nunca pensé que subir a un autobús o a un vagón del metro llegase a ser un problema. Era el dinero menudo que volaba de nuestros bolsillos sin saber cómo. El mismo que hoy se cuenta, se mide, se planifica.
Camino de casa observo a los viajeros que esperan en la marquesina con cara de indiferencia. Desde luego no son privilegiados. Como siempre, el conductor ha ocupado buena parte de la calzada e interrumpe el tráfico hasta que embarcan todos los viajeros. El vehículo va casi vacío. No sabe que se ha convertido en un nuevo símbolo de la escasez. El puto autobús.
@conchacaballer

martes, 1 de octubre de 2013

Tantas cosas (Ismael Serrano)

Si te vas, los árboles del parque
seguirán creciendo, pasará este otoño.
Se unirán dos nuevas soledades,
se dirán mentiras, seguiremos locos.
En el Metro sonreirás dormida camino de clase
y yo como siempre quizás llegué tarde.
Seguiré cerrando bares y recuerdos.
No aprenderé nunca a retirarme a tiempo.
Dormiré en la calle, besaré otros fuegos.

La ciudad en tu ausencia seguirá creciendo,
devorando vidas, haciéndolas humo.
Otros cumplirán los planes que trazamos,
que no terminamos, haciéndolos suyos.
Seguirás llorando en algunos cines,
olvidando todo aquello que aprendiste.
Nacerán mil niños y nuevas canciones,
y quizás alguno, quizás, lleve tu nombre.
Nuevos simulacros, nuevas confesiones.

Si te vas, los árboles del parque
seguirán muriendo y también mi fe.
Seguiré olvidándome las llaves
al salir de casa, y quizá en tu piel
haya quien esconda allí su cansancio,
todos sus temores, o quizás sus labios.
Tantas, tantas cosas seguirán pasando,
que quizás las cosas no nos cambien tanto.

Tantas, tantas cosas.
Pero si te vas, estos días serán
esa sucia y vacía franja de playa
que queda cuando tú te has ido,
cuando el mar se aleja y la marea baja.
Yo estaré cansado y quizá más viejo,
maldiciendo estos días muertos.
Tantas, tantas cosas seguirán pasando,
que quizás las cosas no nos cambien tanto.


Tantas, tantas cosas.