Nadie hubiera creído, en los últimos años del siglo
diecinueve, que los asuntos humanos estaban siendo observados desde los mundos
eternos del espacio. Nadie podría haber soñado que estábamos siendo examinados,
como alguien con un microscopio estudia las criaturas que pululan y se
multiplican en una gota de agua. Pocos hombres apenas consideraban la
posibilidad de vida en otros planetas y sin embargo, a través del golfo del
espacio, mentes inmensamente superiores a las nuestras miraban esta Tierra con
ojos envidiosos, y lenta y seguramente trazaron sus planes contra nosotros.
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