domingo, 11 de septiembre de 2011

Santa Evita

Precisamente estoy leyendo un magnífico libro de Tomás Eloy Martínez, “Santa Evita”, muy muy bueno. Acabo de leer los momentos tensos, el cáncer que ya la corroía cuando se vio obligada a renunciar a la vicepresidencia del país, tanto por la enfermedad como por las presiones sufridas por el propio Perón. Parte del discurso es éste, ante más de un millón de personas que exigían auparla a la vicepresidencia. Obsérvese su gesto contraído, tan serio. La sonrisa de Perón en cambio, aliviado.




Pero un tiempo después, su discurso final, al que llegó según parece medio a rastras porque la enfermedad la carcomía sin remedio. Pura emoción. Algo asombroso, esa mujer pobre, que posó para toscas revistas pornográficas, que tenía por única aspiración triunfar en el mundo del cine hasta que se atravesó el entonces ministro de la Guerra en su vida.

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