lunes, 26 de agosto de 2013

Cicerón buscaría en Siracusa la tumba del gran Arquímedes y dejó escrito que a duras penas la pudo encontrar, muy abandonada. La reconoció por la esfera contenida en un cilindro que el sabio había mandado grabar sobre su tumba. Si alguien piensa que las matemáticas son frías y técnicas, quizá no pueda imaginar la belleza de esta deducción, la pasión que genera este gran descubrimiento, increíble en su sencillez final. Resultaba inimaginable en su tiempo que, al igual que la cuadratura del círculo resultaba imposible, no lo fuera aún más hallar el volumen exacto de una figura tridimensional redonda. Y sin embargo, ese genio lo descubrió.




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