Sin remedio.
Encolerizado el mar, engulló, sin rémora, hacia sus
profundas fauces, aquellos seres indefensos, mártires de la excesiva penuria,
huyendo esperanzados de toda calamidad.
Más tarde, aunque ya sin remedio, consciente y arrepentido de su crimen, les retornó a la costa.
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