Hace tiempo que soñábamos en que un día podríamos vivir en una sociedad libre donde todos y todo estaría en el más deseado equilibrio. Este sueño que creíamos posible se ha desvanecido por completo y los grandes ideales por lo que muchas mentes y movimientos sociales en el pasado lucharon con sacrificio, han sido relegados como utopías y relicarios. Todos esos principios progresistas que una vez zigzaguearon los cimientos sociales, han sido “cepillados” por lo que cada vez se estrecha más la capacidad de vivir con dignidad y libertad. Dentro de esta encrucijada, el ser humano queda atrapado en el factor tiempo.
A medida que avanzamos en los progresos técnicos, tecnológicos y científicos, políticos y económicos, vemos que no mejoran nuestra forma de vivir como entes positivamente sociales. Tenemos más cosas pero somos muy infelices. Las sociedades se vuelven más inhumanas, más insociables, más involutivas, más aislantes y totalitarias, y con ello las personas se momifican o robotizan dentro de su complejo sistema de cableado irreversible. Evitar que la gente puede tener acceso al cambio se ha convertido pues en una prioridad determinante para toda supervivencia del “mainstream” y del “establishment”, dos terribles bestias que estrujan toda respiración social y digieren toda alternativa de escape.
Lamentablemente todos aquellos justos principios heredados de la revolución francesa, como libertad, igualdad y fraternidad, y que marcaron un posible futuro humano de grandes esperanzas, se han diluido inexorablemente como un helado de fresa expuesto a pleno sol. Ahora una temible legión de estrategias de control, de prohibiciones, de limitación, de acoso y de la culpabilidad, están minando ese futuro anhelado. Cuantas menos alternativas existan menos capacidades de respuesta habrán. El miedo se ha convertido en el arma perfecta para dilapidar cualquier acción de cambio. NOS TIENEN MIEDO Y POR ESO TRATAN DE PROHÍBIR TODA POSIBILIDAD DE UN FUTURO MEJOR.-
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