jueves, 30 de mayo de 2013

Cuenta Juan Ramón que acudió a despedirse de su admirado Francisco Giner de los Ríos, agonizante en su cuarto de la Residencia de Estudiantes, donde tantas clases impartió. Éste, desde la cama, le señaló varios ejemplares de "Platero y yo" ...diciéndole: "Es lo que he estado regalando estas Navidades". Era febrero de 1915. Abriendo con esfuerzo un ejemplar aquel hombre que moría le señaló el párrafo "Melancolía" sobre la muerte de Platero: "Así de sencillo tendría usted que escribir siempre".


Esta tarde he ido con los niños a visitar la sepultura de Platero, que está en el huerto de la Piña, al pie del pino redondo y paternal. En torno, abril había adornado la tierra húmeda de grandes lirios amarillos.

Cantaban los chamarices allá arriba, en la cúpula verde, toda pintada de cenit azul, y su trino menudo, florido y reidor, se iba en el aire de oro de la tarde tibia, como un claro sueño de amor nuevo.

Los niños, así que iban llegando, dejaban de gritar. Quietos y serios, sus ojos brillantes en mis ojos, me llenaban de preguntas ansiosas.

-¡Platero amigo!-le dije yo a la tierra- ; si, como pienso, estás ahora en un prado del cielo y llevas sobre tu lomo peludo a los ángeles adolescentes, ¿me habrás, quizá, olvidado? Platero, dime: ¿te acuerdas aún de mí?

Y, cual contestando a mi pregunta, una leve mariposa blanca, que antes no había visto, revolaba insistentemente, igual que un alma, de lirio en lirio...





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