martes, 19 de agosto de 2014

Un hombre de 77 años, cuatro ates de morir, paseaba por el jardín de su casa. Al hacerse de noche regresó al interior de la casa. Entonces tomó un papel roto y escribió esto:

"He tenido todo el día una sensación estúpida y triste. Hacia la... noche ese estado de ánimo se transformó en un deseo de caricias, de ternura. Como en mi infancia, hubiera deseado abrazarme a un ser querido y comprensivo, llorar de dulzura y ser consolado... Volver a ser pequeño y acercarme a mi madre, tal como la imagino. Sí, sí, a mi mamá, a la que nunca pude llamar así porque no hablaba aún cuando ella murió"

Luego, con una ternura que evita la cursilería, sabiendo que aquel escrito no estaba dirigido a nadie, dice:

"Ella es mi más alta representación del amor puro, no del frío amor divino, sino del cálido amor terrestre, maternal... ¡Mamá, álzame, mímame! Todo esto es una locura, pero es verdad".

Desde 1910 la tumba de este hombre continúa en el mismo lugar y son muchos los que aún la visitan, un siglo después. Por su deseo expreso, ni un solo símbolo religioso lo adorna.

En la foto, con la edad que tenía cuando escribió aquello.


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