De pequeño ayudaba a mi hermana a construir el belén en una mesa
de dibujo que tenía mi padre. Yo quería poner muchos soldados en el elevado
castillo de Herodes, quería que se pelearan, pero mi hermana se obstinaba en
poner ovejitas y pastorcitos insulsos. Los camellos sí estaban bien porque eran
exóticos y me recordaban los regalos que recibiríamos días después. Cada mañana
cogía al niño Jesús y lo colocaba en sitios inverosímiles (el mismo castillo,
en el tejado del portal, en medio de un puente) y mi hermana volvía ponerlo junto
a sus padres.
Ahora tengo a toda la familia dispersa, los padres se fueron
hace mucho, los hermanos están lejos.. Ni siquiera creo en fiestas religiosas
que haya que celebrar. Eso sí, me he librado de discusiones familiares, de
regalos que debiera hacer ni de obligaciones. A pesar de todo lo pasaré bien
leyendo y holgazaneando.
Os deseo que paséis unas felices fiestas si conserváis la
ilusión de las mismas o la posibilidad de tener cerca a los que no veis a
menudo (incluso al pesado del cuñado) o tal vez ¿por qué no? para recordar
cuando erais pequeños y el mundo parecía un globo cuyos colores os acompañarían
siempre.
Un abrazo a todos los que leen esta página de pequeñas historias.
Me gusta rodearme de los mios, en cualquier fecha, un abrazo.
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