Los
trenes son como ocasos.
Siempre tarde, siempre
traqueteando hacia el final de una vía.
O de una vida.
Los
trenes son melancolía pura.
Catenarias heladas, nieve en las
ventanas.
Puestas de sol de largo. La
noche.
Raíles fríos que dejan estelas de
fuego ardiente.
Nacer, crecer cerca de una vía de
tren, marca para siempre.
El tren como sinónimo de
silencio, de besos eternos ya olvidados.
El tren como sinónimo de esperas,
de reencuentros robados.
El tren como sinónimo de soledad,
de vidas que se cruzan y se separan,
sin llegar a tocarse.
El otoño y el tren, son de color
dorado.
Colmados de ocres y marrones,
derivando sin querer al gris.
Estaciones, apeaderos, vacíos
inexorables.
Pasa
el tren, y la luz de cola del último vagón se pierde en la noche.
Como
la vida.
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