jueves, 17 de diciembre de 2015

Los trenes son como ocasos.
Siempre tarde, siempre traqueteando hacia el final de una vía.
O de una vida.

Los trenes son melancolía pura.
Catenarias heladas, nieve en las ventanas.
Puestas de sol de largo. La noche.
Raíles fríos que dejan estelas de fuego ardiente.

Nacer, crecer cerca de una vía de tren, marca para siempre.
El tren como sinónimo de silencio, de besos eternos ya olvidados.
El tren como sinónimo de esperas, de reencuentros robados.
El tren como sinónimo de soledad, de vidas que se cruzan y se separan,
sin llegar a tocarse.

El otoño y el tren, son de color dorado.
Colmados de ocres y marrones, derivando sin querer al gris.
Estaciones, apeaderos, vacíos inexorables.

Pasa el tren, y la luz de cola del último vagón se pierde en la noche.
Como la vida.

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