Todo es más fácil si sabemos lo que valemos.
Todo es más fácil si nos tratamos con cariño.
Todo es más fácil si no somos la diana de nuestras críticas destructivas.
Todo es más fácil, si no miramos al espejo con odio, vergüenza o rencor.
Quizás, queriéndonos, podamos sacar el clavo y lamernos la herida sin la necesidad de que llegue otro clavo a partirnos un poquito más y acabar de reventarlo todo por no haber estado curados.
Quizás, queriéndonos, no necesitemos que los demás finjan hacerlo. Ni nos entreguemos a la primera persona que parezca que nos hace caso.
Un clavo, lo saca el martillo que lo clavó, no otro clavo.
Y el martillo, eres tú.
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